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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Adoradores de piedras

Supongo que algún día me tomaré en serio sa Feixina, reconvertida en templo del franqueo. Hasta entonces, constato que hemos regresado a la Edad de Piedra, nunca es demasiado tarde...

Supongo que algún día me tomaré en serio sa Feixina, reconvertida en templo del franqueo. Hasta entonces, constato que hemos regresado a la Edad de Piedra, nunca es demasiado tarde. Los pueblos que tildábamos de primitivos erguían unos peñascos deprimentes y los adoraban. Sus enemigos y por tanto vecinos intentaban derribar estos monolitos, convencidos de que así arrebatarían el vigor a los adoradores. Este trasiego define la historia de la civilización, Roma y Rusia arrinconaban los monumentos de emperadores trasnochados por si procedía reivindicarlos en el futuro.

Adorar una piedra es ridículo, pero todavía es más lamentable pretender la curación de los devotos derribando el monolito. Mi argumento más consistente a favor de la demolición de sa Feixina no es su innegable aroma franquista, sino liquidar una ristra de rituales más engorrosos que las carreras populares que infestan la ciudad. Por lo menos, la chiquillería del Cort rojo se enfunda una túnica ideológica para desarmar a los adeptos. En cambio, los adoradores talayóticos disimulan su conservacionismo eminentemente ultraderechista. Dado que se refugian en criterios estéticos difíciles de vislumbrar en la piedra en sí, no les molestará que la preservación incluya un texto donde se resalte que se trata de un monumento franquista a un barco franquista, inaugurado por un tal Generalitísimo Franco. La memoria histórica debe ser reivindicada en su integridad.

Mientras los adoradores de piedras proseguían con su admirable tarea, centenares de árboles de Mallorca eran demolidos sin que nadie los llorara, y las grúas continuaban impasibles con su destrucción planificada. No pretendo que este argumento conmueva a los concejales palmesanos del PP, que no distinguirían a Franco de Mussolini ni con un pie de foto aclaratorio. Sin embargo, este criterio era capital en los trabajos de la Àngels Fermoselle que me cautivó, cuando defendía a Palma contra sus depredadores. Ahora adora piedras junto a los populares, aunque puede alegar que yo también he cambiado mucho. Por Franco, en cambio, no pasan los años. Sa Feixina lo demuestra.

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