Diario de Mallorca

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Juan José Millas

Tierra de Nadie

Juan José Millás

Atracción fatal

Auna mujer le robaron unos óvulos en un hospital y ahora anda preocupada por la posibilidad de que con ellos se puedan engendrar unos hijos que no conocerá. La idea de dejar hijos por ahí angustia a algunas personas y causa indiferencia a otras. He ahí los donantes de semen (o las de óvulos). Te levantas un día, vas al banco de semen, te estudian, sí, no, etc. Supongamos que es usted apto y que entrega un paquete de esperma con una concentración de ochenta millones o más de espermatozoides por mililitro, cuya movilidad debe ser superior al 50%, además de presentar una morfología normal. Bueno, son las normas. Hay donantes que cobran (entre 30 y 50 euros) y donantes desinteresados que no (los óvulos salen más caros, entre 500 y 1.000 euros). Pues bien, usted, varón de 25 o 30 años, acaba de donar y vuelve a casa en el metro.

El metro se inventó para pensar. La coartada fue el traslado, pero donde más se piensa del mundo es el metro. Basta fijarse en las caras de los viajeros, o en la propia, reflejada en la ventanilla, para comprender que si Sócrates viviera, se haría todos los días la línea 5 del metro de Madrid, ida y vuelta. La gente va pensando en sus cosas, en sus hijos, en sus padres, en ese compañero de trabajo que le hace la vida imposible. La gente hace números, calcula el dinero que lleva en el bolsillo y conjetura cuánto podrá estirarlo, etc. Entre los que piensan, hay quizá uno que viene de vender o de donar 300 o 400 millones de espermatozoides, algunos de los cuales serán descongelados un día u otro para que penetren un óvulo. Quizá esa chica que va sentada delante del donador de semen viene también de donar óvulos. Sería gracioso que de los dos, sin comerlo ni beberlo, naciera un Ricardo o una Josefina.

El donante imagina. Todo está dispuesto para que nunca conozca a los hijos que nacerán de su semen, ahora congelado. Pero los tendrá y se moverán en el mundo. Quizá un día coincidan en el metro. Tal vez dentro de unos años, recorriendo, como Sócrates, la línea 5, sienta una atracción fatal e inexplicable por un joven. ¿Será mi hijo?, se preguntará. El donante anticipa situaciones, se monta novelas. Pero es que, si lo piensas, la vida es una novela. A una mujer, en no sé dónde, le han robado unos óvulos y la pobre anda preocupada.

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