Hoy en día sólo nos acordamos de los tiempos sin internet únicamente cuando alguien pregunta: ¿te acuerdas cuando no teníamos internet y jugábamos en la calle? ¿Y cuándo quedábamos en un sitio y no teníamos móviles? ¿Cuándo tomabas algo con tu amigo sin estar pendiente de las redes sociales o el wifi?

Internet llegó ayer y está tan presente en nuestras vidas que parece que ha estado con nosotros desde que surgió el primer hombre. Sin embargo, la realidad es que es tan nuevo como un adolescente, está en la flor de la vida y vive en un proceso de cambio continuo.

Antes cuando se hablaba de internet, únicamente se pensaba en la cantidad de información que ponía a nuestro alcance sobre cualquier tema que pasara por nuestra mente o la rapidez con la que eran capaces de llegar las últimas noticias. Unas facilidades que están al alcance de la mano a un sólo golpe de clic y que han ido sumándose a los nuevos avances tecnológicos.

La conectividad han llegado a estar tan presente en la vida diaria de las personas que ha pasado de estar no sólo en dispositivos como smartphones, tablets u ordenadores sino que se ha transferido a artículos de uso cotidiano como cerrar a distancia una persiana o encender la calefacción a través de una aplicación móvil, y la conectividad ha pasado a ser frecuente en dispositivos electrónicos como televisores o relojes.

En cualquier caso, no todo son ventajas en lo que al internet de las cosas se refiere. La protección es un aspecto fundamental a tener en cuenta y que en ocasiones no goza de la suficiente importancia. Del mismo modo, que internet se ha trasladado a nuestra vida, también se debe introducir la relevancia que cobra la seguridad en el ámbito digital. El hábito de contar con internet constantemente a nuestro alrededor, hace que no seamos conscientes de la cantidad de datos que se facilitan a través de la red y el seguimiento que se puede hacer mediante estos aparatos de la forma de vida de los usuarios.

Estos dispositivos, aplicaciones, etc. poseen información sobre los hábitos, el dinero que se gastan en compras online, las horas que pasan fuera de casa al activar las alarma, las zonas que más se frecuentan o en qué lugar se está en cada momento mediante las publicaciones que se hacen mediante redes sociales con geolocalización.

Una persona está rodeada de una media de 1.000 a 5.000 objetos normales en su día a día. Pero en tan solo cuatro años estos objetos pasarán a estar conectados y habrá 26.000 millones de aparatos con conexión a internet. Actualmente la mayoría de la publicación no está cualificada ni educada para gestionar esta forma de vida digital, simplemente las personas se van adaptando y eligen los dispositivos que dan respuesta a ciertas necesidades con el fin de mejorar y hacer más sencillos los hábitos del día a día.

Ante esta situación hay que confiar en especialistas en servicios tecnológicos, lo que puede ahorrar muchas situaciones complejas con cualquier tipo de dispositivo, esté o no, conectado a internet de alguna forma. La instalación y mantenimiento de los equipos, así como la reparación y gestión de estos no es tarea fácil; y necesitan ciertos cuidados y especial atención que nosotros no podemos darle, ya que no estamos capacitados para dotarlos de sistemas de protección y soporte.

El peligro es tal que el hackeo de una de estas líneas de conexión puede suponer el robo de información, filtración de documentos e incluso transferencias económicas. Unas consecuencias que pueden evitarse si se aplican las medidas de seguridad correctas para cubrir estas grietas digitales.