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Matías Vallés

Al azar

Matías Vallés

El fútbol estelado

Una bandera es un pedazo de tela rectangular, a menudo decorado con un gusto deplorable. El teniente coronel Charles Swift, que derrotó a Rumsfeld ante el Supremo norteamericano por su política en Guantánamo, me recordaba uniformado que los soldados estadounidenses no mueren en defensa de un trapo, sino de una Constitución. En España y a propósito, el independentismo es una opción minoritaria pero no ilegal. De ahí que la torpe prohibición de banderas estelades en la final de la Copa del Rey no solo reavive el mortecino soberanismo catalán, sino que también implique una aplicación desmesurada de la norma contra la violencia en el deporte. Hasta la fecha, no hay conexión alguna entre los independentistas catalanes y la “incitación, fomento o ayuda a la realización de comportamientos violentos o terroristas”.

Los madridistas entendemos mejor que nadie el sulfuramiento de la ultraconservadora Concepción Dancausa, al convertirse en anfitriona de un Barça que le arrebata sistemáticamente la Liga española al Madrid. La inflamada defensa del nomenclátor callejero franquista, que caracteriza a la delegada del Gobierno, le impide apreciar que las estelades quedan esterilizadas al diluirse en la esfera futbolística. Con o sin banderas estrelladas, los forofos azulgrana que asistan al partido aceptan pacíficamente el papel de figurantes en un homenaje copero al Rey de España.

Si la delegación del Gobierno en Madrid, valgan las redundancias, se comportara con un mínimo de coherencia, sancionaría con severidad a los ciudadanos que somos demasiado perezosos para movilizarnos y asistir a los festejos futbolísticos en honor del Jefe de Estado. El aliento censor de Dancausa, de casta falangista le viene al galgo, se extendería gustoso a la prohibición de que el Barça ganara el trofeo, fijando de antemano un resultado favorable al Sevilla en la reunión preparatoria del dispositivo de seguridad. Aunque su cargo no incluye el papel de predicadora a los paganos, la admonitoria delegada considera que “el fútbol no tiene que convertirse en escenario de confrontación política”. Ya, por eso se llama Copa del Rey.

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