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Antonio Papell

La disputa por el centro

El pacto entre Izquierda Unida y Podemos es la gran novedad desde el 20D, y a todas luces sus consecuencias influirán decisivamente sobre la gobernabilidad tras el 26J.

Podemos había basado toda su estrategia en la transversalidad, con buenos resultados: sus 5,2 millones de votos provinieron de la abstención (1,3 millones), del PSOE (1,4), de IU (0,89) e incluso del PP (0,5). Su mensaje y su programa ponían en cuestión el actual statu quo, el modelo representativo, el sistema constitucional, el propio régimen político, y proponían un modelo nuevo, más cercano, basado en fórmulas de democracia directa y en procesos más participativos de toma de decisiones.

El pacto de Podemos con IU, un partido plenamente inserto en el sistema constitucional español, en cuya fundación participó (el papel del PCE fue activo y decisivo en la fundación del régimen), supone una revisión de estas posiciones, ya que introduce el factor ideológico en su discurso, ahora vinculado a un programa marco común en el que faltan algunos de los elementos más radicales del ideario de IU -la salida de la OTAN- pero que sesga a la organización de Pablo Iglesias y la ubica en la zona de izquierda radical.

Según las encuestas de autoubicación ideológica de los españoles, la media de la ciudadanía está situada en torno al 4,5 en la escala de 0 al 10 donde el 0 es la extrema izquierda y el 10 la extrema derecha. Es decir, este sería un país levemente escorado a babor. El tramo mayor de población, alrededor de 3 de cada diez españoles, se sitúa en la ideología 5. Y aproximadamente el 75% de los ciudadanos manifiesta una ideología de 5 o menos, eso es, más a la izquierda. Además, en el barómetro del CIS de enero, los encuestados situaron al PP en el 8,28; a Ciudadanos en el 6,65; al PSOE en el 4,49; a Podemos en 2,26 y a IU en el 2,27. Los procesos electorales intentan casar la oferta y la demanda ideológicas.

Como se ve, IU y Podemos estaban, pues, antes de pactar, en el mismo punto ideológico (la diferencia era de una centésima), si bien Podemos había crecido muy por encima de lo que ha representado IU en toda su historia gracias a que el factor ideológico había perdido peso. Si el debate retorna estos parajes, Podemos tendrá dificultades en mantenerse en la encumbrada posición que logró el 20D. Es dudoso que la izquierda radical obtenga un apoyo superior a los cinco millones de votos cuando Anguita, el que más encumbró a IU, nunca alcanzó los tres.

En estas circunstancias, es previsible que el PSOE, que se halla en el centro de gravedad del cuerpo social, intensifique su mensaje centrista, que consistirá sobre todo en mantener un progresismo posibilista, compatible con la pertenencia a Europa; y en denunciar a Podemos como proclive a las fórmulas de Syriza esgrimidas por Varoufakis, que obligaron a Tsipras a prescindir de su ministro de Economía y a cambiar y moderar absolutamente el proyecto para no verse expulsado de la UE.

De hecho, Sánchez ya apeló este sábado a la memoria de Adolfo Suárez, que personificó el centro político y que abrazó por cierto tesis avanzadas, notablemente a la izquierda de la derecha de su época -no tiene razón el PP cuando trata ahora de adueñarse de su figura-. Pero el líder socialista ha de ser muy sutil en sus propuestas porque el PSOE ha de servir, sobre todo, para ofrecer soporte a su clásica clientela progresista, laica, socialdemócrata, que todavía alienta algunos adarmes de utopía bajo su resignado pragmatismo.

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