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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

La izquierda refuerza a la derecha

Una primera buena noticia para un Rajoy y un PP desgastados fue la radicalización de CiU y la puesta en marcha de la Declaración Unilateral de...

Una primera buena noticia para un Rajoy y un PP desgastados fue la radicalización de CiU y la puesta en marcha de la Declaración Unilateral de Independencia por parte de este partido y de Esquerra Republicana de Cataluña. A pesar del fuerte castigo electoral por las promesas incumplidas, la corrupción y los recortes en sanidad y educación, el PP consiguió ser el partido más votado el 20D. A pesar del compromiso de Ciudadanos con la unidad de España, la incertidumbre de su reciente incorporación al tablero de la política estatal impedía un mayor desmoronamiento del partido alfa de la derecha. Contaba también con la desconfianza, en esta cuestión central, de muchos electores centristas hacia el nuevo secretario general de los socialistas que no se había privado de hacer declaraciones favorables al reconocimiento constitucional de Cataluña como nación y al derecho a decidir que abrazaban con entusiasmo los socialistas del PSC. Con ello, aunque no pudo gobernar, el PP consiguió el objetivo de impedir la formación de un gobierno alternativo y la convocatoria de nuevas elecciones.

La segunda buena noticia para Rajoy y el PP es la coalición entre Podemos e IU. Podemos necesitaba un reconstituyente electoral que le sirviera para recuperarse del bajón que anuncian todas las encuestas electorales a cuenta de las claras insuficiencias que estos meses de teatralización han mostrado de Pablo Iglesias. Un líder que había pasado de la arrogancia perdonavidas con Sánchez y el PSOE al insulto de la cal viva; de la brillante dialéctica en las tertulias televisivas al amedrentamiento a los periodistas incómodos; del asalto leninista a los cielos a la demagogia del bebé de Bescansa y el morreo en el hemiciclo; de la imagen solidaria de Novecento a la purga de los hombres de Errejón. IU necesitaba traducir su más de un millón de votos en algo más que dos miserables escaños y consolidar institucionalmente la buena imagen de Garzón, el pitufo gruñón de Iglesias. Con esta alianza Podemos abandona la estrategia de la transversalidad predicada hasta ahora, "no somos ni de derechas ni de izquierdas", y se encuadra en la izquierda clásica. Abandona su exitoso diagnóstico inicial de división entre "los de arriba y los de abajo", concomitante con muchas de las reivindicaciones del 15M, para pactar con el comunismo clásico vergonzante de IU. Su líder, responde con un cinismo y una hipocresía pocas veces expuestos con tan poca vergüenza en la izquierda española a la acusación de tener como único objetivo el sorpasso al PSOE, que su único objetivo es el sorpasso al PP. Como la casta, tomándonos por tontos. Así, coinciden ambos extremos, derecha e izquierda en polarizar las elecciones, presentándolas como una batalla entre ellos e intentando pulverizar las opciones existentes en el centro izquierda y en el centro derecha, PSOE y Ciudadanos. Rajoy no cabe en sí de gozo: hay que hacer política en serio y evitar que acceda al gobierno esta coalición de extremistas y radicales.

Sánchez intenta rentabilizar la posición geométrica que en el tablero político ocupa el PSOE, que le posibilita, en teoría, pactar a su derecha y a su izquierda. Descarta cualquier pacto con el PP (quiere derogar su reforma laboral; ¿no ha visto lo que hacen los socialistas en Francia?), lo cual, estratégicamente, es un error proclamarlo, puesto que al no poder alcanzar previsiblemente, con un pacto con C's, una mayoría suficiente para gobernar, se pone en manos de la coalición de Podemos e IU. Afirma que los electores "tendrán que escoger entre Rajoy y yo". Pero Sánchez arrastra dos pesadas cargas que lastran su aventura desesperada en pos de la gloria. La primera no es su pasado de declaraciones extravagantes o sus mentiras preelectorales, es su incapacidad y por tanto su fracaso en formar gobierno siendo el PSOE la única fuerza que por su posición en el tablero estaba en condiciones de poder hacerlo. No creo que pueda contrarrestar esta frustración a base de repetir como un robot el mantra de que el responsable de las nuevas elecciones es Iglesias por no votarle como presidente a cambio de nada. En política no existen samaritanos que den a cambio de nada; y eso es lo que pretendía el jugador que tenía las mejores cartas y que se quedó sin juego. El juego en política supone riesgos y una de las consecuencias de la partitocracia, ha sido que, ganando o perdiendo las elecciones, la clase política se mantenía en sus privilegios, sin riesgos excesivos, pero con el país lastrado en todas sus facetas por estas élites extractivas. La segunda carga que arrastra Sánchez es que está cuestionado por la mayoría de líderes territoriales. Fernández Vara ya ha dicho que cree que Susana Díaz va a presentarse a la secretaría general. En Valencia, Aragón, Menorca pretendían alianzas para el Senado con la coalición de Podemos e IU en contra de las indicaciones de la comisión ejecutiva federal. Sánchez se sabe acorralado y reacciona a la defensiva y con cinismo a la petición de algunos barones de que se sitúe en lugar para salir como diputado a Madina. Él ha respondido que tal petición es equiparable a la de Podemos e Iglesias reclamando puestos en un gobierno de coalición. Es una burda argumentación que revela su falta de talla política. Sabe que Madina en el puesto séptimo de la lista de Madrid no tiene ninguna opción. Y lo que pretende es que cuando el PSOE se plantee la elección de un nuevo secretario general, que se lo va a plantear puesto que la mayoría de dirigentes se la tienen guardada después de los sucedido en el comité federal posterior a las elecciones del 20D y la apelación al voto de las bases para ratificar el pacto de gobierno, Madina no sea uno de los que tengan posibilidades de sucederle por el hecho de no ser parlamentario. Con estas dos tremendas cargas, ¿qué incentivo tiene votarle?

Ciudadanos está igualmente sometido a la pinza entre Rajoy e Iglesias por mucho que la imagen de Rivera sea una de las más valoradas. Tendrá que intentar hacerse un hueco. Entre una izquierda cuyo único programa es repartir dinero (sin cambiar el sistema productivo para que crear más riqueza) sin explicar de dónde va a sacarlo, pues la nuestra es ya una presión fiscal en el límite, un programa que no puede desembocar más que en una reedición del caso de Grecia. Y una derecha inmovilista que tiene de programa más de lo mismo, el de ser competitivos con desigualdad y sueldos bajos, maridada hasta la extenuación con la corrupción, como ha venido a remachar por enésima vez la acusación de la fiscalía contra Martínez Pujalte, anterior portavoz de economía del PP en el Congreso, por falsedad y cohecho. Que los dioses nos amparen.

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