Tras la erradicación de la viruela en 1980 la Organización Mundial de la Salud (OMS) emprendió una nueva cruzada para intentar obtener el mismo resultado con una de las infecciones víricas más devastadoras y con mayores secuelas que ha padecido la humanidad, la poliomielitis (polio). Este virus cumple la mayoría de los requisitos para ello, así tiene como único reservorio natural al ser humano, es estable genéticamente y fácil de obtener en el laboratorio. Sin embargo, tiene un pequeño inconveniente diferencial que presenta tres tipos antigénicos distintos. Por ello las vacunas utilizadas hasta ahora son trivalentes ya que contienen los poliovirus tipos 1, 2 y 3.

Las vacunas frente a la polio se pueden dividir en dos grandes grupos, las atenuadas, es decir formadas por virus vivos con capacidad infectiva pero no para producir enfermedad, y las inactivadas, que presentan los mismos tres tipos virales pero muertos o incapaces de producir infección y nunca la enfermedad. Ambas vacunas se administran de forma diferente, así la atenuada se da por vía oral y la inactivada precisa ser inyectada. La utilización de una o de otra viene determinado por la estrategia vacunal a desarrollar y las características sanitarias de un determinado país.

En la última asamblea de la OMS se puso como reto el detener la transmisión interhumana de la polio en 2016 y liberar al mundo de la polio en 2019, tras unos 30 años de esfuerzos continuados de vacunación infantil. Sin embargo, existe todavía una cierta desconfianza en este reto, básicamente porque hay dos países en los que la polio es endémica, Pakistán y Afganistán, y pueden difundir la cepa salvaje a los países del entorno.

Además de ello preocupan los pequeños brotes de polio ocurridos en algunos países africanos en 2015 (Nigeria, Madagascar y Guinea). África había sido declarada un año antes libre de polio y eliminada de la lista de los reservorios del planeta. Cuando se han analizado estos casos se ha podido comprobar como todos habían estado causados no por el virus de la polio salvaje, que ya no circula, sino por uno de los tipos de polio contenidos en la vacuna oral, el tipo 2. Es decir eran casos de polio vacunal o postvacunal que tras la recuperación de la capacidad infectiva del virus vacunal, está atenuado pero no muerto, y su paso al entorno y al medio ambiente, era capaz de infectar a niños todavía no vacunados.

Por todo ello, todavía no podemos considerar a África libre totalmente de polio, aunque en este caso debemos aceptar y atribuir al ser humano y a la vacuna atenuada fabricada por él, el seguir manteniendo la presencia de este virus en el entorno humano. Se ha conseguido eliminar al virus salvaje, ya no tiene a quien infectar gracias a las elevadas coberturas vacunales y a los niveles de protección inmunológica, pero siguen apareciendo casos de parálisis infantil asociados a los virus vacunales.

No significa que debamos dejar de vacunar con este tipo de vacuna, ya que todavía hay zonas en Nigeria en las que las coberturas vacunales son tan solo del 50% debido a las consideraciones políticas y religiosas de islámicos radicales. Lo que debemos hacer inicialmente es cambiar el tipo de vacuna atenuada que se está utilizando en la rutina diaria. De este modo y tras todos los preparativos necesarios, la OMS ha recomendado, casi obligado, a todos los países que utilizan la vacuna atenuada trivalente a sustituirla por la atenuada bivalente (sólo contiene los tipos 1 y 3 más estables) durante los meses de abril y mayo de 2016. Esto afectará como mínimo a unos 145 países, ya que los considerados desarrollados, como España, ya hace años que sustituyeron la vacuna atenuada trivalente por la inactivada trivalente.

Este proceso de cambio o sustitución vacunal debe realizarse lo más rápido posible para evitar que el virus tipo 2 pueda pasar a países sin su presencia (importación accidental). Debe además asegurarse la destrucción total de la vacuna trivalente antigua para que no vuelva a utilizarse de nuevo. Como medida de protección y seguridad la OMS ha establecido una reserva mundial de emergencia de unas 500 millones de dosis de vacuna de la polio frente al tipo 2 (monovalente) que se utilizarían para inmunizar a la población expuesta a este tipo de virus si se detectara en algún lugar del planeta (restos virales ambientales).

La vacuna inactivada no presenta el inconveniente de favorecer la presencia de cepas de la polio en el entorno, como hace la atenuada que se excreta por las heces y pasa a las aguas residuales, ya que al administrarse por vía intramuscular y estar los virus muertos, la persona vacuna no elimina ningún resto vacunal. Esa excreción fecal de los virus de la polio, llamada amplificación vacunal, ha sido clave para los programas de vacunación en países sanitariamente pobres. La vacunación oral de un niño casi aseguraba la vacunación de diez a doce niños del entorno del mismo por contacto directo con sus deshechos.

Tras este primer paso, y en un período de unos tres años de aplicación, se pasará a eliminar completamente la vacuna oral atenuada y será sustituida exclusivamente por la de tipo inactivada. De este modo nos aseguraremos que no se están emitiendo virus al ecosistema y entorno humano y, por ello, que se inicia la fase definitiva de la eliminación de la polio. El objetivo de 2019-2020 es cero casos de polio salvaje, cero casos de parálisis vacunal y 100% de vacunación humana. Con todo ello podremos empezar a pensar en la posibilidad de un mundo libre de polio, que es un sueño que tenemos desde que erradicamos la viruela. Estos últimos años van a ser los más complicados ya que los servicios de vigilancia y análisis virológico deben actuar, a nivel mundial, conjuntamente para monitorizar la desaparición progresiva del virus de la polio. Cuando lo consigamos, nos espera el sarampión.

* Unidad de Virología. Hospital Universitario Son Espases