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Camilo José Cela Conde

Echando cuentas

Vuelven las elecciones cuando, a falta de algo de enjundia con lo que llenar las páginas, los periódicos se vuelcan en las encuestas y en las especulaciones. Los sondeos también suponen especular no poco, a la vista de la escasa relación que guardan luego con los resultados electorales pero al menos, salvo que los sociólogos que las hacen nos engañen, se basan en algún que otro dato. Lo que ya no es de recibo en absoluto es el cocinar esos ingredientes más bien pobres para servirnos todo un menú.

El plato fuerte de las especulaciones se centra estos días en la posible coalición entre Podemos e izquierda Unida, que se hará o no se hará pero sirve para echar cuentas. Los votos que las encuestas conceden a una y otro formación se suman y el resultado supera los que se asignan al Partido Socialista Obrero Español: el famoso sorpasso. En sí mismo, es ésa una adivinanza. Tan intrincado y malévolo resulta el reglamento electoral español, sujeto a la ley d'Hondt, que calcular a ojo de buen cubero los escaños que podrían lograrse supone una especie de pase de magia. Cabe añadir que nadie sabe si quienes pensaban votar por separado a unos y otros lo harán cuando la coalición se forme, si se forma, ni si habrá muchos electores a los que un pacto así atraería aunque no tuvieran la intención de votar a ninguna de sus componentes originales. Pero en el colmo de las especulaciones he leído algún que otro comentario que pretende interpretar la voluntad de los simpatizantes socialistas ante la posibilidad de que sean desplazados por la coalición que quedaría a su izquierda. Según el comentarista, eso podría llevar a que los que pensaban abstenerse corriesen a cerrar filas ante la amenaza del sorpasso. Mucho autor de novelas en ciernes tira de las columnas de opinión en estos momentos.

Ninguna cita electoral sigue los pasos de la anterior salvo en los llamados votos cautivos que, a juzgar por lo que sucedió el 20 de diciembre del año pasado, van a la baja. Nadie sabe lo que le pasa por la cabeza hoy a cada posible votante ni si tiene mucho poco que ver con lo que hará el 26 de junio. Se ignora, además, qué pasará tras la suma de todos esos votos individuales que votan así, en clave personal, y no manifestando ningún afán colectivo por mucho que los diarios titulen esas frases enfáticas como la de que "el electorado ha rechazado el bipartidismo".

Lo único cierto, comprobable sin más que sondear de forma particular a los amigos y los vecinos, es que el cansancio cunde y el hartazgo asoma. Los partidos políticos ni siquiera han sabido ponerse a acuerdo en una limitación radical de los gastos de campaña y tampoco parecen haberse dado cuenta de que una pancarta, un anuncio y una papeleta recibida por correo pueden causar el efecto contrario, el del rechazo. Así que la aritmética de las cuentas que se están echando a lo mejor se ha vuelto canalla pero no nos damos cuenta y seguimos escribiendo nuestros cuentos de hadas de siempre.

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