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Cuaderna

La hora de los acuerdos (I)

La primera reflexión que deberían hacer nuestros cuatro líderes políticos, después del fracaso estrepitoso por llegar a un acuerdo de legislatura y provocar nuevas elecciones, es darse cuenta que la sociedad española ya está harta de palabrería hueca, insultos y promesas vacías de contenido.

La campaña ya está hecha. Todo el mundo sabe quién es quién y que da cada uno de sí. No hacen falta más debates, más propios de teleñecos como diría Antonio Diéguez que de hombre de Estado. Lo que hace falta es que nos digan nadie ganara las elecciones con mayoría suficiente para gobernar con quienes están dispuestos a pactar y cuáles serán los puntos básicos que marcarán sus particulares hojas de ruta para hacer viable un acuerdo de estabilidad. Solo así tendrán derecho a interpretar el voto que cada uno de ellos pueda recibir de los ciudadanos. Todo lo demás es marear la perdiz, para que volvamos a tener la misma situación que teníamos antes de la nueva convocatoria electoral. El pasado viernes tuve la oportunidad de presentar, ante un nutrido público, mi último libro Hablando claro, el futuro empieza hoy. En este acto entre otras cosas dije:

Primero. Es básico reflexionar sobre el porque de la situación de crisis, institucional y política, en la que nuestros líderes han llevado a España a transitar en un callejón angosto; y en principio sin salida.

Segundo. Dije que el único mensaje que deberían interpretar las formaciones políticas, después del 20D, era que el pueblo español, con sus votos, obligaba a que los partidos se entendieran entre ellos, se pusieran manos a la obra, y diseñarán una hoja de ruta, basada en un programa de mínimos que hiciera posible el pacto y el acuerdo, con el único objetivo de superar las dificultades y los retos de futuro que necesariamente deberá afrontar España en el próximo decenio. Tal es así, que del éxito o fracaso de está "hoja de ruta" depende la propia supervivencia del Estado, y lo que es más importante, de España como nación, capaz de reconocerse a sí misma y dar garantía de estabilidad y fortaleza democrática.

Tercero. Que para hacer viable nuestro futuro es necesario que reafirmemos lo que somos; una nación con soberanía propia que reside en el conjunto del pueblo español y que acepta, protege y ampara las peculiaridades de sus nacionalidades y regiones que la integran. Es necesario que sigamos luchado por y para España como nación, que formada por nacionalidades y regiones, tiene vocación europeísta. Debemos hacerlo con espíritu y mente abierta. Es por ello que reclamo la necesaria sabiduría a los líderes políticos para que sean capaces de anteponer el interés de sus respetivos partidos y de cada uno de sus liderazgos, al interés general de los ciudadanos. Solo así evitaremos naufragar en esta mar de incertidumbre en que se encuentra España, por la incapacidad de sus líderes de llegar a acuerdos después del 20D.

Cuarto. Es precisamente por este fracaso mostrado por los líderes actuales, de llegar a un pacto, acuerdo e incluso a la gran coalición, por lo que suya es la responsabilidad de interpretar que les ha tocado vivir un momento histórico. Ello pasa por inaugurar una nueva época en el modo de ser y actuar. Se trata de buscar más lo que nos une que lo que nos separa, haciendo bueno lo dicho por Bismarck: "La política no debe vengar el mal realizado, sino cuidar que no se reproduzca". Si así lo hacemos el camino del desarrollo, el crecimiento y la paz social entre ciudadanos y regiones no correrá peligro.

Quinto. Como he dicho, se trata de inaugurar una nueva época y afrontar una nueva manera de hacer política, con una nueva dinámica de acción. Ello se consigue, indefectiblemente, por comprometernos, no solo los políticos, a aportar lo mejor de nosotros mismos para ser útiles a la sociedad en que vivimos y, lo que es más importante, a las futuras generaciones. De lo contrario llevaremos a España a un camino estrecho, lleno de incertidumbres, de divisiones sociales y de decrecimiento de nuestro bienestar social y material.

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