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Gastos prescindibles

Prácticas de los partidos que engordan la factura electoral

El día que nadie quería llegó ayer con toda su carga de plazos, fechas y gastos. Sabemos que la democracia es cara pero más cuesta no tenerla. En el caso español, descubrimos que hemos alcanzado cotas importantes de refinamiento democrático que engrosan esa factura que siempre vale más pagar.

Antes de fin de mes Hacienda deberá determinar la subvención que cada organización recibirá por escaño conseguido y fijará los límites de gastos para las formaciones que concurran. En un caso excepcional como es la repetición de comicios, la responsabilidad de los partidos y el propósito de enmendar su incapacidad para el acuerdo debería haberlos movido a reducir al máximo esos costes. Sería un gesto mínimo, que no han tenido, de consideración al elector como ser sufriente y el que, en última instancia, corre con la factura.

Las elecciones del 20 de diciembre se llevaron en su ejecución material 130 millones de euros de fondos públicos, que no incluyen los gastos de campaña de cada partido ni lo que reciben después por cada escaño obtenido. Más de un tercio de esos 130 millones, en torno a 48, se los embolsa Correos para hacer llegar a todos los electores los sobres con las candidaturas de quienes concurren. Ese buzoneo "es un gasto imprescindible y consustancial a la democracia y al derecho al voto", sostenía días atrás el vicesecretario de Organización del PP, Fernando Martínez-Maíllo. Y en su defensa de lo que considera una partida intocable apuntaba que llevar las papeletas al buzón del elector es, pese a que en la mayoría de los casos sabemos que no llegan a traspasar el umbral de la puerta, "garantía de privacidad" y "una costumbre de toda la vida en España". La papeleta en mano sirve así de indicativo de la altísima calidad de nuestra democracia, aunque entre en vivo contraste con aspectos en los que no hemos alcanzado gran sutileza. Hay que lograr el mismo nivel de miramiento para afinar en las razones y momentos en los que cargos electos han de asumir responsabilidades e irse a casa o cuándo procede desaforar a los aforados. Conviene homologar con esa conquista democrática que es el buzoneo la vida interna de los partidos, las garantías legales y de participación de sus militantes. Pero no vamos a pedirles tanto porque detrás de ese alegato en favor de que la papeleta llegue hasta la misma intimidad del elector encubre, en última instancia, la vieja práctica de que muchos salgan ya votados de casa sin saber a quien lo hacen.

El colegio electoral es el único espacio que reúne todas las garantías para el votante, empezando por la privacidad y terminando por la de que quien deposita su papeleta en la urna lo haga libre de toda presión. Todo lo que se quiera añadir a ese ámbito seguro contribuye sólo a alargar la mano de los partidos a la captura del votante y es, por tanto, prescindible.

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