Sebastià Sagreras es el alcalde que susurraba a las vacas. El primer edil de Campos se dirige al ganado vacuno de su municipio vía facebook. Las reses mallorquinas están conectadas a las redes sociales, una prueba más de la encomiable tecnificación de nuestro sector agropecuario. Por desgracia, el político del PP traslada una mala noticia a los cuadrúpedos, la supresión del certamen anual de belleza Miss Vaca Frisona. Transmitido de sopetón, este mensaje traumatizará a las participantes en el concurso. Su leche empeorará notablemente, les costará reponerse del ataque a su vanidad.
La supresión de Miss Vaca Frisona decepcionará a concursantes que llevan un año preparándose. La medida se inscribe en los furores repentinos que aquejan a instituciones del PP, en cuanto sobreviene un maldito Govern progresista. El alcalde utiliza como coartada la crisis del sector lácteo, por lo visto surgida espontáneamente en cuanto su partido fue desalojado del Consolat. Por casualidad, la suspensión que lesiona la autoestima y productividad de las vacas de Campos para qué dar leche si nadie piensa reconocérselo ha coincidido con la propuesta de un aparcamiento subterráneo para mil coches, en suelo rústico cercano a Es Trenc.
A juzgar por su historial en ses Covetes, el alcalde aplaudirá la invasión de cemento, de turistas y de coches. Cuesta ligar estas medidas con la protección de la ganadería, llorada por el político que susurraba a los hormigones. Que se sepa, las polivalentes vacas de Campos todavía no han adaptado su sistema digestivo para rumiar cemento. Mi propuesta altruista consiste en criar un ejemplar de vaca frisona carnívora, que se alimente de ciudadanos centroeuropeos, pero el desarrollo de un benefactor de esta especie no se logra en un día. En resumen, el PP de Campos presiona a la conselleria con la cancelación de Miss Frisona, al mismo tiempo que se presenta ante el departamento autonómico la tradicional salvajada urbanística. Chantaje bovino, aunque solo podemos coincidir con Sagreras en que Mallorca se estropeó el día en que un semental alemán superó en valor a una vaca mallorquina.
