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Javier Cuervo

Artículos de broma

Javier Cuervo

Juerguistas cervantinos

Es estupendo conmemorar la muerte de Miguel de Cervantes poniéndole "quevedos" a los leones del Congreso de los Diputados. Qué bien traído. Como no hay manera de formar un gobierno con el reparto de escaños y cuesta dios y ayuda controlar al que actúa en funciones, celebremos a Cervantes, sobre el que hay acuerdo de Estado.

-Pon golilla a los leones.

-Es que es un lío.

-Pues ponles unos quevedos que, como su propio nombre indica, son muy cervantinos.

Hay muchos retratos de Miguel de Cervantes, ninguno verdadero, ninguno con quevedos, porque todos parten del autorretrato escrito en el prólogo de las Novelas ejemplares, que describe la dentadura escasa y defectuosa pero unos ojos "alegres" de los que no se da cuenta de mella alguna.

Al inicio del año se lamentaba el olvido de la efemérides pero en cuatro meses la ignorancia y el absurdo han venido en auxilio del recuerdo y de la sugerencia. Por Miguel de Cervantes recordamos a Francisco de Quevedo, el del Buscón que leían los bachilleres, el de los chistes de pedos que reían los escolares, y festejamos un surrealismo de leones con gafas y, ya puestos, la televisión chiripitifláutica de Daktari, la serie de animales con Clarence, el león bizco. ¡Viva el miope de Lepanto!

Esas esculturas de león (del verbo leer) son bronce de cañón que corrige con quevedos la visión de la literatura española, reducida a celebrar a Cervantes, al que todo se le hacen centenarios: en 2005, el cuarto de la primera parte del Quijote; en 2015, el cuarto de la segunda y en 2016, el cuarto de su muerte. La fiebre crónica conmemorativa sirve para recordar la obra de Cervantes y para reconocer la insaciabilidad de los juerguistas del Quijote, que carecen de la paciencia de los astrónomos, capaces de esperar un promedio de 76 años para ver pasar el cometa Halley.

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