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Antonio Papell

La inútil coartada de Podemos

La doble consulta lanzada por Pablo Iglesias es una maniobra que resultaría sonrojante si Podemos no disfrutara todavía del desconcierto opinativo que reina en el sistema mediático, perplejo muchas veces por la insólita actitud de las nuevas organizaciones. La primera pregunta, "¿Quiere un Gobierno basado en le pacto Rivera-Sánchez?", después de la ruptura abrupta de Iglesias con quienes le ofrecían un entendimiento, exploraba una obviedad: bien pocos "podemitas" podían están a favor de la opción descartada. Y la segunda, que interrogaba a las bases sobre la propuesta de Gobierno de cambio que propone Podemos, tampoco dejaba espacio a la alternativa, porque ¿cómo podría ser que los miembros de Podemos no estuvieran de acuerdo con las ideas de Podemos? La manipulación de la democracia directa, típica del populismo, es el principal peligro de los procedimientos democráticos asamblearios: el ejemplo está bien a mano.

¿Qué perseguía entonces Iglesias con esta consulta? Pues varios objetivos. En primer lugar, cerrar de un plumazo la controversia interna, de gran calado, sobre qué es y qué pretende Podemos. A todas luces, la facción más intelectual y moderada del partido encabezada por Errejón no ha repudiado la filiación socialdemócrata ni por lo tanto la aclimatación del partido a la democracia parlamentaria convencional. Iglesias, en cambio, ha acabado en manos de las tesis de Monedero y de los anticapitalistas, y ha optado por postular un cambio de régimen hacia fórmulas populistas, "chavistas". El doble referéndum consolida, en fin, el poder personal del líder, que cuenta con el apoyo tumultuario, a la búlgara, de las bases.

En segundo lugar, la consulta traslada desde la cúpula de Podemos a las bases la responsabilidad de que haya que repetir las elecciones. Aunque el asunto sea controvertido y buena parte de la opinión pública no se deje engañar, Iglesias siempre podrá argumentar que la decisión de no pactar con el PSOE ha sido impuesta por la militancia. Se trata, en definitiva, de una engañosa coartada, con la que jugarán los estrategas de la organización a la hora de sacudirse la responsabilidad de que sigan los conservadores en el poder y de que, por añadidura, tengan el 26 de junio la posibilidad de mejorar incluso sus posiciones parlamentarias.

Contra lo que a veces se piensa y se afirma, el electorado de este país ha actuado siempre en el pasado con una racionalidad admirable, ponderando las ofertas programáticas, la credibilidad de cada cual, la consistencia de las opciones, la calidad del líder, etc. No quiero decir que cada elector realice una sesuda reflexión antes del voto sino que existe una cultura política por impregnación que estimula la intuición del electorado y genera una correlación de fuerzas muy inteligente, y adaptada a las posibilidades del momento. Por ello, es muy dudoso que las marrullerías puedan abrirse camino e influir en el equilibrio general.

El gran error de fondo de Podemos consiste en suponer que la irritación justificadísima de muchos ciudadanos por el desempleo, por el abandono, por la quiebra del estado de bienestar, por la corrupción, por el desgobierno, por la insensibilidad del poder ante los necesitados, etc. podría traducirse en un apoyo a un cambio de régimen, a un deslizamiento hacia modelos latinoamericanos. Aquí, hay mucha gente indignada que va a luchar por cambiar las cosas, pero no mediante cambios funcionales en el sistema la democracia sigue siendo un pésimo modelo, pero también el mejor de todos los posibles sino extrayendo todas las potencialidades del régimen y forzando nuevas fórmulas de gobierno que sean capaces de interpretar cabalmente los tiempos nuevos.

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