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Llorenç Riera

Un enlace yihadista en Mallorca

Todo cabe bajo la extensa capa tejida por la confluencia de la ancestral calma y discreción mallorquina con el atractivo turístico y la movilidad que registra la isla. Si ayer hablábamos del blanqueo de capitales, hoy, continuando con el estricto dictado de la actualidad, debemos hacerlo de terrorismo yihadista. Nada menos. La espiral va creciendo. Estamos, ahora mismo, ante uno de estos hechos que conviene situar en su justa dimensión. No se le puede quitar hierro porque es grave, pero tampoco se deberá sucumbir a la tentación del alarmismo y la exageración.

Como suele ocurrir en estos casos, algunos medios sensacionalistas de la prensa internacional ya lo han hecho. También, por contra, ha habido reacciones ponderadas, como la de la canciller Merkel, que ha alabado el trabajo de las fuerzas de seguridad españolas. Cuando la operación policial desplegada ayer en Palma, a instancias de la Audiencia Nacional, todavía sigue abierta, la delegada del Gobierno, Teresa Palmer, adquiere mejor dimensión de la habitual en ella, al emitir un mensaje con llamada a la confianza y la prudencia.

Todo el revuelo se ha organizado a partir del registro y detención realizada ayer en el barrio palmesano de Son Gotleu. El detenido es un hombre de nacionalidad marroquí de 26 años al que se acusa de mantener estrechos contactos con la organización terrorista Dáesh. El ministerio del Interior asegura que se trata de un yihadista que, con su comportamiento, materializaba una clara amenaza directa para la seguridad nacional. Se le han incautado drogas y también material informático en el que parece que está demostrado que instaba a cometer acciones terroristas en España y otros lugares de Europa. Ha llamado la atención la contundencia de los mensajes que emitía intentando captar adeptos dispuestos a trasladarse a Siria.

Una acción policial de estas características producida en Mallorca se viste de inmediato de sensibilidad desde distintos ángulos. Por una parte siembra un inevitable grado de inquietud entre la población y alguna reacción sobredimensionado como el griterío y protesta vista ayer en Son Gotleu. También habla de la eficacia y buen trabajo de las fuerzas de seguridad del Estado. Pero quizás ahora mismo lo más vulnerable sea la imagen distorsionada de la isla de gran afluencia turística que se puede transmitir al exterior y a la clientela real y potencial.

Mallorca no es tierra de albergue para terroristas. Será a lo sumo, una isla cosmopolita y hospitalaria, entregada también al negocio del ocio, en la que, entre la masa, consigue filtrarse algún terrorista. Conviene dejarlo claro en confrontación con las exageraciones de otros. Pero también resulta oportuno no bajar la guardia porque la realidad demuestra, una y otra vez, que nada ni nadie se vuelve invulnerable, que siempre cabe la posibilidad de una acción terrorista en cualquier lugar. Será posible mientras algunas mentes alberguen el recurso de la violencia y estén dispuestas a destruir las ideas y lo que es peor, la vida de otros seres humanos. La lucha contra el terrorismo se vuelve necesidad permanente y diversificada.

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