El progreso de nuestra sociedad se puede interpretar de varias maneras dependiendo de la ideología-filosofía de quien lo describa y del área de conocimiento donde se enfoque. La facultad de medicina que se quiere implantar en Mallorca tiene muchos defensores en aras del progreso pero ¿de qué tipo de progreso? ¿económico? ¿científico? ¿social? La respuesta debería salir de la pregunta ¿qué progreso mejora el bienestar de la ciudadanía? Y si hablamos en términos sanitarios ¿qué progreso mejora la salud de la ciudadanía?

Es verdad que iniciar una actividad académica nueva que conlleva nuevas inversiones, más administración y más uso de la tecnología significa que habrá más producción (nuevos servicios docentes), más renta (sueldos de trabajadores de la facultad) y más gasto (lo que consuman estos trabajadores y estudiantes) o, lo que es lo mismo, que habrá un aumento del Producto Interior Bruto y por tanto un aumento de los ingresos públicos, vía impuestos al consumo, para uso de la administración pública. Esto es sin duda un progreso económico pero eso no significa que mejore el bienestar de los habitantes de Mallorca. Tenemos el ejemplo en otras actividades como el turismo que cada año crece más, con más aumento del PIB y con más ingresados en urgencias por intoxicaciones etílicas y agresiones (todavía más PIB). Pero esta actividad económica no aumenta la calidad de los contratos de trabajo, la interacción cultural de los turistas con la isla y además el medio ambiente se deteriora. Entonces podemos llegar a tener un progreso económico sin una repercusión en la mejora de la calidad de vida y de la salud de la población.

Se argumenta que tendremos progreso científico porque aumentará la actividad investigadora y se harán más estudios científicos. Estas actividades en principio tienen poco que ver con el contenido de lo que se enseña en una facultad de medicina que educa en materias básicas para poder ejercer la profesión. Estos estudios de investigación suelen ser de postgrado y parece que la intención es que los profesores (se llegará a 102, de los cuales 65 serán clínicos que se asocian a la facultad) se dediquen, además de a la enseñanza, a esta investigación, ambas actividades implicarán una disminución del tiempo que actualmente dedican a la actividad asistencial de ver enfermos. Investigación que estará basada en el uso de la tecnología y la farmacología, hasta ahora hay muy poca investigación que influya sobre los determinantes que más intervienen en la salud de la población (estilos de vida, medio ambiente, salud pública?). Una de las razones que más se han expuesto para aprobar la implantación de la facultad es que si no se llega a cierto nivel de estudios de investigación no se reconocería al Instituto de investigación de Palma (IdISPa) por el Instituto Carlos III. El Instituto Carlos III antes pertenecía al ministerio de Sanidad, desde hace cuatro años pertenece orgánicamente al ministerio de Economía y Competitividad si bien funcionalmente sigue dependiendo del ministerio de Sanidad, pero para la investigación aplicada (desarrollo de productos que se puedan comercializar) depende del de Economía. Los dos ministerios tienen prioridades distintas, el de Sanidad vigilar la salud de los españoles, el de Economía y Competitividad aumentar el PIB poniendo esos productos en el mercado. En estas circunstancias estas actividades de investigación y estos estudios científicos se puede pensar que estarán orientados a mejorar la salud de las empresas fármaco-tecnológicas y eso no significa que se mejore la salud de la ciudadanía.

Y, por último, hablemos del progreso social interpretándolo como el cambio hacia una sociedad más humana y equitativa, y no solo con más economía o con más ciencia. Es verdad que unas dos docenas cada año de estudiantes de Mallorca se beneficiarían en términos de viajes y viviendas de abrir esta facultad, pero no es seguro que se quieran quedar en la recién inaugurada en Mallorca si tienen recursos para ir a otras universidades con una experiencia docente ya reconocida como Madrid o Barcelona. Un paso adelante en el progreso social, y donde deberían dirigirse los esfuerzos y las inversiones, sería intentar conocer e intentar resolver problemas actuales como la disminución del papel que está teniendo la Atención Primaria secuestrada por el hospitalocentrismo, las listas de espera, el caos asistencial intermitente que provoca la saturación de las urgencias, la falta de recursos sociosanitarios o algunos problemas estructurales como la vergonzosa puerta de urgencias del Hospital Son Espases que en cinco años nadie ha sido capaz de cambiar.

Si miramos al futuro, que es hacia donde hay que invertir, y vemos qué profesiones se van a necesitar para mejorar la salud de las personas, no parece que sean precisamente la de los médicos científico-tecnológicos-investigadores que estudian y trabajan para intentar curar enfermedades, porque ya se están exportando este tipo de profesionales. Lo que se necesitará serán otras profesiones que su función sea la de cuidar, ayudar, desmedicalizar la vida y hacerla más humana y que hagan de terapeutas; del cuerpo físico, de las actividades mentales, de las relaciones sociales y de las relaciones con el medioambiente. Esto sí sería un progreso social en este siglo XXI.

(*) Médico de Urgencias en el hospital de Son Espases