Diario de Mallorca

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La Agencia Tributaria de Cataluña (ATC), puede que el instrumento más potente para el proceso soberanista que cabe imaginar después del propio Parlament de Catalunya, se postuló por los partidarios de la independencia como el instrumento mejor para comenzar la "desconexión": su existencia daba a la ciudadanía la oportunidad de ejercer como parte integrante de una administración propia. Junto con el ejército, Hacienda es el mejor exponente de un Estado soberano y el hecho simple de que se brinde la opción de pagar en Barcelona, y no en Madrid, supone la prueba del nueve que demuestra que ese Estado existe ya.

Siempre, claro es, que los ciudadanos se lo crean y acudan no a las urnas sino a la hucha de los impuestos. Pero sucede que la ATC ha recibido hasta el momento la declaración del impuesto de la renta de sólo 178 ciudadanos. Bien es verdad que la campaña tributaria acaba de comenzar pero la cifra contrasta no poco con la de los impuestos que pagan los entes públicos de Cataluña: 104 de ellos le abonan esas tasas, supongo que será el IVA, a la agencia nacida para ser soberana. El contraste sorprende. No llegan ni a dos ciudadanos por entidad de carácter público; una relación que pone de manifiesto que o bien las personas que han de pagar el IRPF no se fían de la hacienda soberanista o los entes públicos han hecho una apuesta digna del órdago en el mus. Igual son las dos cosas a la vez pero, incluso si es así, hay algo que no termina de funcionar en la estrategia del independentismo cuando no convence a sus propios ciudadanos.

Se podría hacer todo un tratado de sarcasmos con esa relación de 1,7 que existe entre contribuyentes y entidades públicas en el proyecto de Estado independiente que propugnan hoy el Parlament de Catalunya y el Govern de la Generalitat. Pero tomarse a broma las cosas muy serias es mal negocio. Si el fracaso de la Agencia Tributaria catalana se confirma va a ser muy difícil, si no imposible, que se saquen las conclusiones oportunas; en esencia, que hay algo que se ha hecho muy mal. Desde luego que plantear un proceso de independencia sin contar con una clara mayoría en las urnas en favor de esa opción es un error de libro. Pero las instituciones políticas catalanas no son las únicas que se han metido en ese callejón sin salida; la inoperancia de un gobierno del Estado que ha preferido no hacer nada como única respuesta es la otra cara del espejo del fracaso.

El problema catalán existe tenga éxito la ATC o no. La relación que existe entre los poderes políticos del Estado y los que ganaron las elecciones en Cataluña tiene que resolverse por una vía que no puede ser la de dejar todo igual. Los lodos a los que hemos llegado son la consecuencia de los polvos que supuso no dar respuesta a la petición hecha desde Barcelona de diseñar un nuevo sistema de reparto de la Hacienda, así que volvemos a lo mismo. A que es necesaria una ATC eficaz, ya sea independiente o no.

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