Diario de Mallorca

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Resulta bochornoso que España sacase en su día a Panamá de la lista de los llamados paraísos fiscales. Y lo es tanto más después de lo que hemos sabido esta semana gracias a la paciente labor durante un año de un equipo de 370 periodistas de investigación de cerca ochenta países.

Como es bochornoso que sigan existiendo esos países o territorios algunos, lejanos, otros, a nuestras mismas puertas después de que los líderes mundiales hayan anunciado una y otra vez en sus reuniones, para la demasiado crédula galería, su firme determinación de acabar con ellos. Pero todo se explica cuando esa y otras investigaciones anteriores revelan lo que ya sabíamos muchos, aunque tal vez no con todo el detalle de los implicados: que muchos responsables políticos tienen allí por personas interpuestas sus millones a buen recaudo.

En la lista publicada ahora hay de todo: jefes de Estado y de gobierno, monarcas o algún familiar, como en el caso de España, alguna esposa de ex ministro español, hoy comisario europeo, directores de cine, ejecutivos de la FIFA, músicos y empresarios. Muchas veces, contraviniendo una elemental regla periodística, a ciertos medios no pareció interesarles tanto al menos al principio destacar en titulares los nombres de nuestros connacionales como los ajenos: los amigos del presidente ruso, por ejemplo, o los funcionarios del denostado régimen venezolano.

Investigadores alemanes pagaron en su día a alguien por una parte de los datos, que sirvieron inicialmente para hacer un registro en el banco alemán Commerzbank. Este aceptó una multa millonaria para que se parara el procedimiento que se le seguía. Pero en los documentos aparecen otros bancos como el suizo UBS o el británico HSBC o los españoles Santander BBVA y Sabadell.

En el centro del escándalo está un despacho de abogados panameño fundado en 1986 por Jürgen Mossak, conocido popularmente en Panamá como "el alemán", nacionalidad que todavía conserva, y su colega panameño Ramón Fonseca. El bufete tiene presencia en todos los continentes y sedes europeas en Malta, Londres, Suiza, Luxemburgo y Gibraltar.

El primero es, según el diario muniqués Süddeutsche Zeitung, hijo de un ex oficial de las Waffen-SS, cuerpo responsable de numerosos crímenes de guerra, y que, tras establecerse en Panamá, se convirtió en agente al servicio de la CIA. Fonseca, abogado y escritor, ha sido a su vez asesor de varios presidentes panameños, ocupó un puesto importante en el gabinete del actual jefe de Estado, Juan Carlos Varela, y es vicepresidente del Partido Panameñista.

El modelo de negocios propuesto por ese bufete y cuantos operan en esos territorios que se lucran con el dinero ajeno es muy sencillo: por la módica cantidad de mil dólares se consigue abrir una firma anónima y por unos cuantos más ponerla a nombre de algún testaferro. Hay testaferros que están al frente de hasta cientos de esas sociedades fantasma que sirven para ocultar un dinero muchas veces no declarado al fisco del país de origen y que tiene otras veces procedencia ilícita.

Panamá, ese país desgajado en 1903 de la gran Colombia con el apoyo de Estados Unidos que quiso hacerse así con el control del futuro canal, no ha sido ajeno a los negocios más sucios, entre ellos el blanqueo de dinero procedente del narcotráfico. Basta recordar a su hombre fuerte Manuel Noriega, que fue confidente de la CIA hasta que cayó en desgracia y fue detenido y condenado a cuarenta años de cárcel por Estados Unidos, que le acusó de estar relacionado con el cártel de Medellín.

Ahora volverán nuestros políticos a exigir el fin definitivo de esos paraísos fiscales que permiten a tantos multimillonarios sin escrúpulos blanquear su dinero sucio o evadir sistemáticamente el pago de impuestos gracias a sus más de 214.000 sociedades opacas. Y nosotros ¿volveremos otra vez a creerlos?

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