Diario de Mallorca

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Pausa de primavera

Entre chaparrones primaverales se nos aparecen breves destellos de verano. Y, en uno de ellos, una brevísima escapada al sur de Portugal me regala horas de sol y brisa con campos que estallan de flores silvestres y playas de arena dorada, inmensas y tranquilas, donde, oh maravilla, la marea aún deja un sendero de conchas de mil formas y colores. Antes de la invasión turística estival, los pueblos del Algarve mantienen el ritmo lento de una vida antigua. Abundan las tertulias al sol, la compra en comercios de siempre, las charlas al paso. La población autóctona convive con veteranos expatriados de aire nórdico que parecen sentirse mejor allí de lo que jamás se sintieron en su país de origen. Y sólo de vez en cuando, como un extraño insecto que se hubiera colado en la cocina, algún turista destaca al instante por su disfraz, que seguro que él considera perfecto atuendo de explorador para latitudes peligrosas.

Así, en pequeñas cantidades, el turista recobra su auténtico rostro: un ser ajeno, en apariencia inofensivo, pero que en grandes grupos rompe la vida del entorno y acaba con la armonía de unas proporciones vitales que tardaron siglos en forjarse. Todavía quedan en el Algarve igual que en Mallorca unas semanas de tregua antes de que el tsunami turístico rompa contra nosotros, dejando, en lugar de trozos de nácar, un rastro de euros del que muchos vivirán el resto del año. Permítanme un eco de nostalgia por unas imágenes sosegadas (la travesía hasta una islita diminuta en la que no hay coches; una playa virgen y protegida, con caballitos y estrellas de mar que nadan cerca de la orilla; pequeños restaurantes donde el cliente paga precios razonables por un sabroso almuerzo hecho de productos frescos de la zona)? Momentos de calma que, un año más, pronto quedarán sepultados por todo un modo de vida: el turismo de masas nuestro de cada verano.

Continúa la función de la política patria en tiempo de limbo; no el baile de la década de 1950, sino el nebuloso territorio al que antes la Iglesia católica mandaba a los no bautizados. Claro que toda negociación tiene algo de contorsionismo: ¿hasta dónde puede agacharse un partido para pasar por debajo de la barra de los principios innegociables sin acabar tirándola al suelo? Ya veremos quién tiene más cintura. Mientras tanto, siguen lloviendo perlas. Destaco dos: la propuesta del señor presidente en funciones de regresar al horario que nos corresponde (que, de paso, nos hermanaría más con Portugal) y, también, el deseo del curiosamente emergente diputado Echenique de que su partido adopte "una actitud más pausada, dialogante y feminizada respecto de la gestión de los conflictos". Lo de "feminizada" me recuerda el estereotipo decimonónico de la mujer: el "ángel del hogar", como todo estereotipo, excluyente y reduccionista. En este caso concreto, no veo por qué no puede suponérsele a una actitud "masculinizada" las cualidades de pausada y dialogante. ¿O acaso no hay referentes masculinos de muy diverso pelaje... igual que femeninos?

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