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Llorenç Riera

Malabarismos para un presupuesto escaso

Francina Armengol es una mujer de discurso optimista. Resulta una virtud más acorde con el mensaje político que con la justificación documentada de la gestión realizada. Por eso la presidenta debe esforzarse ahora en vestir de rigor una elocuencia innata que, a pesar de todo, choca con la cruda realidad, porque el ilusionismo casa mal con la lucha diaria y la escasez presupuestaria. A la presidenta le sobran también algunas obviedades. "Han sido años durísimos para la gente". No hace falta que lo explique. Las secuelas perduran.

Al ser llamada al Parlament para hablar de déficit público, a petición del PP, Armengol movió cifras de impacto de un lado a otro y puso sobre el tapete los escasos elementos positivos que le permiten aportar el presupuesto raquítico, la deuda en proceso de domesticación, pero inasumible en grado sumo y la balanza fiscal desajustada por completo. Con tal panorama queda muy poco margen de actuación. Quizás sea esa la causa por la cual la presidenta también tiñe su discurso de sensibilidad social y de proximidad humana. Se agradece el detalle, pero la experiencia acumulada nos ha enseñado, desde hace tiempo ya, que la condolencia no repara carencias. Ni siquiera las amortigua. Tampoco podemos asumir la situación como irreversible, sabemos dónde radica la causa de todos los males.

La deuda es estructural y los partidos que han gobernado España en las últimas décadas han mantenido a régimen de "pan y agua" a Balears, como indica Jaume Font de El Pi. Dentro de estas circunstancias hay que encuadrar los esfuerzos de otra poblera, la consellera Cladera, cuando presenta el control de gasto de las conselleries, ya en marzo, como normal. No es solo prudencia, es carencia de recursos a la espera de una ecotasa a la que, mucho nos tememos, se han confiado demasiadas cosas.

El Govern vuelve a la queja recurrente de la herencia recibida y el PP asegura que gracias a "la inercia de la buena gestión" de Bauzá se ha podido vaciar la caja en solo un trimestre. Nunca aprenderán. Es un entretenimiento que apenas tiene impacto fuera de los pasillos del Parlament. La gente está en otras luchas menos prosaicas de las que parece haber detectado algo Armengol cuando se aferra al laborista británico Jeremy Corbyn para recordar que "la austeridad es una elección política, no una necesidad económica".

Asumido el mensaje, la presidenta se propone ahora entregarse al "radicalismo social" practicando el "pragmatismo económico". Queda bonito, pero no es fácil. La maquinaria para ello está constituida por una expectativa de crecimiento del 3,5%, un déficit del 1,51% cuando estaba autorizado en 0,7, una balanza fiscal negativa de 1.333 millones y una deuda de 8.744 millones que, eso si, se ha reducido en 156. Si Armengol y Cladera, inquietas por el "déficit social", son capaces de domesticar todo eso, darán prueba de su talla. Deben pensar también que Bruselas espera nuevo Gobierno en Madrid para volver a sacar las tijeras.

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