Diario de Mallorca

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La banalización a la que nos ha llevado este mundo tan raro que creamos y se nos fue de las manos casi al mismo tiempo, el de la globalización, tiene su máximo exponente en las redes sociales. Día sí y día también se recoge la noticia de que la última estupidez de turno se ha vuelto viral y, con eso, se nos da el gato por liebre que nos lleva a confundirla con importante. Por poner el ejemplo que tengo más a mano, el de hoy mismo, lo importantísimo y por tanto universal es el baile de un crío mejicano tirando a obeso que baila una rumba delante de las cámaras de un programa de la televisión estadounidense destinado a buscar talentos ocultos. Pero ayer fue, qué sé yo, un comentario en Twitter de algún famosillo o la foto que ha colgado en Facebook una señorita o un caballero cuyas únicas habilidades se reducen a eso mismo.

El fenómeno se llama viral por lo rápido que se propaga. De hecho, va mucho más deprisa que cualquier virus conocido o por conocer porque es ésa la diferencia misma que separa el mundo de verdad, el de los virus, las bacterias y los organismos pluricelulares, del paraíso de la virtualidad: nada que ver en cuanto a ritmo y prisas. Supongo que quienes inventaron el término viral no pensaron en la otra vertiente de la propagación de los virus, la de lo peligrosos que pueden llegar a ser. Pero comenzamos a darnos cuenta de que hay mucho más riesgo en las redes sociales que en cualquier microorganismo. Ya es tarde.

La policía europea no para de lamentar que el terrorismo fundamentalista, de por sí difícil de contener porque no sabemos de qué manera cabría parar a quien está dispuesto a suicidarse, encuentra su mejor caldo de cultivo en Internet. Por una de esas paradojas que tan bien nos retratan, resulta que los grupos que allí donde logran asentarse censuran cualquier acceso a la red de redes se sirven de ella para captar adeptos y planear atentados. Por añadidura, luego nos encontramos con que la policía belga no pudo detener a uno de los autores de la última matanza de París a causa de la ley que prohíbe allí, en Bélgica, entrar en una casa en busca de delincuentes cuando es de noche. La estupidez que lleva a confundir los derechos de los ciudadanos con la carta blanca para quienes quieren dejarnos sin derecho alguno también se nos ha vuelto viral, por lo que se ve, y muy deprisa.

Así que la noticia de que una niña japonesa ha logrado escapar tras dos años de secuestro aparece al lado de la de un cantante bielorruso que quiere actuar en Eurovisión desnudo y entre lobos. La falta de criterio no es de quien diseña las páginas virtuales de los diarios sino de los que pinchan en el enlace y demuestran que quieren eso, lo viral como equivalente de lo idiota. Bueno; en el fondo el problema tampoco va a durar mucho. En cuanto el Estado Islámico logre asentarse en Europa Michel Houellebecq ya nos lo ha anticipado en clave literaria vamos a volver a los virus de siempre como la única amenaza.

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