Es el sueño, el que nos obliga a desaparecer cada pocas horas, a perder la consciencia y entrar en lo que, literalmente, se parece mucho a la nada. Todo el mundo conoce el "ser o no ser, esa es la cuestión. Pero otra frase del mismo monólogo de Hamlet frente a la calavera de Yorick es la de "Morir, dormir? ¿dormir? Tal vez soñar?", una frase que asocia la muerte y el sueño. Todos morimos diariamente y, de una forma que todavía la ciencia no consigue explicar del todo, resucitamos al cabo de pocas horas. El hilo de nuestros recuerdos de vuelve a anudar. Volvemos a la vida.

O no siempre. Demasiadas veces ocurre que alguien entra en el sueño y no despierta. Dormir se convierte directamente en morir, en un único paso. No hay forma de averiguar cuantas de las muertes que se producen en los accidentes de tráfico son debidas a que el conductor se durmió. Sólo un fragmento de segundo con los ojos cerrados. Quizás la consciencia se recupere en el último instante pero enseguida la luz se apaga. Definitivamente. El paso del sueño a la no vida se ha dado.

Repitiendo, no hay forma de conocer las estadísticas de la muerte por sueño en los accidentes de tráfico. Pero se conocen bien los valores mínimos. Es el número de accidentes que ocurren con un único vehículo. Las más de las veces, cuando concurre más de un vehículo en un accidente, la causa es la imprudencia. Pero, cuando un vehículo se sale de la carretera y se estrella, simplemente hay que concluir que el conductor se durmió e, instantáneamente, pasó de la vida a la oscuridad definitiva. Y un dato adicional que ayuda a comprender la magnitud del problema es que el número de accidentes crece enormemente durante la madrugada, precisamente cuando las carreteras están casi vacías y debería haber menos problemas.

Quien esto escribe lleva bastantes años intentando aprender algo sobre los misterios del sueño y ha preguntado a muchas personas sobre sus experiencias. Y una de las preguntas habituales es la de cuantas veces quien me escucha ha sufrido un "casi accidente" por quedarse dormido al volante. La inmensa mayoría de los preguntados reconoce que guarda en su memoria más de una. Haga la prueba el lector y, luego, piense un poco.

Una pregunta que también suelo hacer es la misma, pero referida al alcohol. También hay muchas respuestas parecidas, muchas personas han estado a punto de morir o, sin más, sabemos que han muerto por conducir bajo los efectos del alcohol. Pero el sueño gana siempre por goleada. No es que quiera disminuir el peligro del alcohol; es un peligro real e indiscutible. Pero el peligro del sueño nos acecha a todos, nadie se libra. No importa si uno bebe o no, si uno se droga o no, si uno hace imprudencias o no. El hecho es que todos dormimos y todos, si conducimos, estamos expuestos al riesgo literal de morir de sueño en la carretera.

Aún más: se han hecho experimentos de conducción simulada para relacionar el riesgo asociado a la falta de sueño y se ha comprobado que quien conduce después de diecinueve horas de vigilia continua, digamos la de una persona que se levantó a las siete de la mañana y sigue despierto a las dos de la madrugada ¿quién no lo ha hecho? tiene el mismo riesgo de sufrir un accidente que quien conduce bajo los efectos del alcohol.

No es difícil conocer si un conductor ha bebido, o si ha tomado algún estupefaciente, o si está bajo los efectos de algún fármaco que interfiere con la vigilancia. Pero es mucho más difícil saber cuál es el riesgo de quedarse dormido al volante. Ni siquiera es el mismo para todo el mundo. Las diecinueve horas que se mencionaban en el párrafo anterior pueden ser muchas menos si uno lleva varios días con déficit de sueño.

Actualmente empiezan a ensayarse sistemas automáticos de advertencia que tal vez sean obligatorios algún día. Pero de momento, la única solución reside en la capacidad personal para reconocer la pérdida de atención. Todo el mundo debería conocer las reacciones de su propio cuerpo y comprender que, el más pequeño signo de sueño, el más breve lapso de atención son señales que deben ser reconocidas de inmediato y obligan, necesariamente, a parar.

Justo en estos momentos las reseñas de un terrible accidente llenan los periódicos. Todavía nadie se ha atrevido a dar explicaciones. Pero se ha publicado un detalle muy claro: el accidente ocurrió a las cuatro de la madrugada.