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Antonio Papell

Tres meses después del 20D

Han transcurrido ya más de tres meses desde las elecciones generales del 20 de diciembre, nos encontramos en el impasse de la Semana Santa y, cuando concluya este paréntesis, quedará sólo el mes de abril para intentar formar gobierno. Entre la ciudadanía, la sensación más general es de cierta preocupación, más propensa a la irritación con la clase política que a la dramatización del problema, y se afirma la convicción, cada vez más acentuada, de que nos estamos encaminando hacia otras elecciones ya que las posturas de todos los actores parecen fijas e intransigentes. Los políticos saben perfectamente que lo que ocurre les desacredita pero confían en que, al alcanzar a todos por igual la crítica, cada uno en particular no perderá opciones por esta causa en la competición electoral? Es ésta una verdad a medias que no resulta en todo caso fácil de rebatir.

La fase de estancamiento en que nos encontramos presenta sin embargo un frente inestable, el de Podemos. No es difícil de ver que las vicisitudes internas de la organización liderada por el arrogante Pablo Iglesias Ada Colau lo ha desenmascarado son consecuencia de las dudas suscitadas por el papel que debe desempeñar al nuevo partido. Ni todo Podemos está de acuerdo en el objetivo leninista de destruir y suplantar a la socialdemocracia, ni hay unanimidad sobre la gestión de las negociaciones con el PSOE que ha llevado a cabo Pablo Iglesias, ni siquiera parece existir un único modelo ideológico de partido, ya que el afán de poder choca con el utopismo de unos programas incompatibles con la pertenencia a Europa, que recuerdan las ingenuas propuestas de Syriza en Grecia, que tan rápidamente tuvieron que enmendarse cuando Tsipras hubo de gobernar.

En definitiva, todo indica que el mes largo que resta hasta la solución del enigma se consumirá en la contemplación de los movimientos evolutivos de Podemos, que en el ultimo momento podría aceptar una fórmula de gobernabilidad basada en recuperar la candidatura de Sánchez y el pacto PSOE-C's, adaptándolos a un pacto de coalición o de legislatura en cualquiera de sus múltiples formas posibles. No parece fácil en absoluto que Pablo Iglesias claudique después de los dicterios contra el PSOE que ha vertido, de las descalificaciones a su programa, de las heridas abiertas en el seno de la izquierda. Pero a medida que se aproxime la fecha fatídica del 2 de mayo, pueden consolidarse ciertos temores y nerviosismos, capaces quizá de provocar un desenlace in extremis "a la catalana" como el que llevó a Puigdemont a la Generalitat. Las encuestas, algunas de las cuales empiezan ya a ser claramente señaladas como elementos de agitación y manipulación, desempeñarán sin duda jun importante papel en este desenlace, en el que nadie quiere perder oportunidades.

Lo grave del caso y lo que sí debería producir inquietud es que no está asegurado que unas nuevas elecciones vayan a resolver la ingobernabilidad actual y a ofrecer un salida cómoda y definitiva a la situación de desgobierno. Porque donde no se prevé movimiento alguno es donde se genera la mayor parte del bloqueo: en el Partido Popular. Al parecer, Rajoy se resigna a repetir resultado, es decir, a ganar por estrecho margen y con un pobre porcentaje las elecciones del 26J, creyendo que así colmará su deber histórico y redimirá a su propia organización. Cuando la realidad es que el sistema de partidos no resurgirá hasta que el centro-derecha se renueve, recupere el prestigio perdido y supere con protagonistas de las nuevas generaciones la postración incapacitante que lo inhabilita hasta para ser interlocutor.

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