Con la Semana Santa que hoy se inicia avanzada en el calendario, comienza también una temporada turística que, según todos los pronósticos, será excepcional en cuanto a ocupación hotelera y expansión en el tiempo. Durará hasta avanzado el mes de noviembre. La campaña turística de 2016 será buena y larga en todos los sentidos. La confirmación de que el aeropuerto tiene previsto mover a casi 700.000 viajeros en los próximos ocho días es un claro indicio de las excelentes perspectivas que también acaban de confirmar la feria de Berlín y las reservas cerradas por todos los touroperadores.

El auge creciente del cicloturismo en los últimos años, la incorporación de nuevas ofertas como la del senderismo y la estabilidad del golf, contribuyen a una diversificación que todavía es insuficiente, pero también son determinantes para un avance de temporada que este año, en contra de algunos pronósticos iniciales, no se interrumpirá después de Semana Santa.

Lo atestiguan la actividad y los preparativos desplegados en el sector del comercio y de la oferta complementaria, al igual que en el de la náutica. Todos ellos admiten que, salvo grandes sobresaltos, este año también será el de la reactivación y el de la salida de la crisis para ellos. Se actúa ya a partir de esta convicción.

Las reservas están al máximo, en disposición de alcanzar nuevas cotas históricas y los hoteleros han podido incrementar precios de modo razonable. En estas condiciones, la implantación de la ecotasa, que según las últimas correcciones ahora parece ser que empezará a aplicarse en julio, queda desactivada como obstáculo. Más bien se presenta como una necesidad inaplazable para hacer frente a la salvaguarda medioambiental y al control de los recursos energéticos. La alta ocupación turística no pondrá en jaque a un suministro eléctrico ahora bien nutrido mediante la conexión con la península. Las autoridades también han garantizado los recursos hídricos en un año muy mermado de lluvia. La desaladora estará obligada a trabajar de nuevo este verano en una coyuntura que invita a adquirir conciencia sobre la correcta administración de las reservas y transformación del agua.

Todo ello obliga por igual a afrontar con seriedad y responsabilidad el debate que se está iniciando, entre instituciones y agentes sociales, en cuanto a la capacidad y techo residencial que puede albergar Mallorca y, ligado a ello, la calidad y diversificación del turismo. Balears tienen sus propios méritos y valores en este sentido, pero sería un grave error no reconocer la realidad y negar que en estos momentos también está viviendo de prestado. Estas islas son hoy una zona segura, próxima, cómoda y asequible para los turistas centroeuropeos deseosos de clima apacible, pero también constituyen un mercado que se beneficia de forma directa de las inestabilidades y problemas que afectan a sus competidores más severos. Basta una mirada superficial sobre la geografía política y humana del actual arco mediterráneo para corroborarlo.

El reto y la oportunidad están por tanto en saber aprovechar el buen momento presente para consolidar la oferta turística, blindarla y encauzarla con garantías para el futuro. En este sentido no queda más remedio que recordar la permanencia de algunos deberes pendientes, como el de la adecuación de las zonas maduras, en las que la iniciativa privada sí ha cumplido su parte, con la finalidad de asegurarse plazas hoteleras, pero en las que la Administración se ha quedado en el terreno de las vanas promesas y no ha modernizado infraestructuras y servicios. Y eso, sin olvidar la eterna asignatura no aprobada de romper la estacionalidad.