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"Petaloso"

Un niño italiano de ocho años ha sido el inventor de esta hermosa palabra: "petaloso". Para describir una flor repleta de pétalos, Matteo, que así se llama el niño, lo tuvo muy claro: una flor con muchos pétalos no puede ser más que una flor petalosa. La profesora, mientras corregía el examen, se detuvo y rotulador rojo en ristre no tuvo más remedio que marcar la hermosa palabra como errónea. Eso sí, al lado del círculo rojo dejó un comentario personal: "Es un error, pero un error muy bello." Encantada con el hallazgo de su alumno, no pudo resistirse a dar publicidad a aquel petaloso. El adjetivo no está recogido en el diccionario, pero qué más da si la palabra en cuestión, además de expresiva es bella. Desde entonces, toda Italia está emocionada con el neologismo de Matteo. Y no me extraña, pues andamos necesitados de belleza y de inventos que remuevan y conmuevan el lenguaje.

Por ahí circulan ejemplos de respuestas absurdas y brillantes de alumnos que, al no haber estudiado nada, a la hora de contestar las preguntas del examen de marras se dedican a hacerse los graciosos. Una táctica muy humana que trata de encubrir la ignorancia con el ingenio. Muchos hemos caído en esa tentación. Si uno no ha dado ni golpe y, en consecuencia, no tiene ni repajolera idea del tema, por lo menos hay que dar rienda suelta a la imaginación calenturienta y así por lo menos el profesor se ríe un rato. O no. Sin ir más lejos, recuerdo un examen de Filosofía allá por los años de COU. Me enzarcé en una respuesta larguísima y enmarañada sobre un tema apasionante donde los haya: la Nada. Así, en abrumadoras mayúsculas. Acabé concluyendo, de forma algo precipitada, que la Nada no existe como tal, pues la Nada es siempre algo, en fin, que la Nada es poco menos que imposible. El comentario del profesor, escrito en grueso rotulador rojo, fue menos amable que el de la profesora de Matteo. El profesor firmó lo siguiente: "Cretino, usted sí que es la Nada." Le dije que aceptaba ser la Nada, pero que sobraba lo de cretino. Sin embargo, esa Nada dio pie a un entretenido y vivificante debate filosófico posterior. Hoy, a pesar de todo, sigo pensando que la Nada sigue siendo Algo. Ya se sabe que a los que hemos estudiado Filosofía nos encantan ese tipo de discusiones, sobre todo si no llegan a ninguna parte. De lo contrario, qué aburrimiento, qué decepción esa de haber llegado a alguna conclusión.

Italia está conmovida con Matteo y su adjetivo, petaloso. La Academia de la Lengua la va a incorporar de inmediato. Incluso, el primer ministro italiano y tocayo del niño, Renzi, ha agradecido a la criatura la invención de la palabra, como si Italia estuviera harta de tanto tono gris y volviera a emocionarse con las pequeñas cosas. Y uno, en el acto, visualiza una película neorrealista. Todo el pueblo rodeando al pequeño genio Matteo, agobiándolo con besos sonoros e incitándolo, como si fuese un mono de feria o un loro, a escupir palabras bellas, hallazgos verbales que estremezcan las tetazas de la estanquera de Amarcord o el escote de Sofía Loren que, ebria de amor por la criatura, lo abraza y lo iza al cielo napolitano como si fuese el pequeño mesías. ¡Matteo, Matteo! La emoción de Italia ante il bambino es como regresar a aquellos años de pobreza y pasión, cuando cualquier gesto, cualquier nimiedad era hiperbólicamente festejada por el pueblo o por la comunidad de vecinos. Es como si Europa, en este caso Italia, hubiera rejuvenecido unos cuantos años, cuando aún era posible emocionarse ante las ocurrencias de sus nietos.

El de inventar palabras es un juego que hay que seguir practicando, pues en muchos casos ensanchamos y agilizamos el lenguaje y enriquecemos el idioma. Uno quiere más petalosos y menos "lol" o "XD", formas abreviadas de carcajada que tanto circulan por las redes sociales y a las que les falta, sin duda, esa esponjosidad que sí tiene el adjetivo creado por Matteo. Por supuesto, la palabra en cuestión merece entrar en el diccionario, aunque da un poco igual. Todo museo corre el riesgo de acartonarse y tiene hambre de vida.

A partir de ahora, Italia entera será una flor cuajada de pétalos y cuando las cosas se pongan feas, siempre saltará el gracioso de turno para quitarle hierro al asunto con un cantarín y sonoro: ¡petaloso! Y todos reirán como si hubiera acabado la guerra o el bebé hubiera dicho mamá. Un error, sí, pero un error tan bello que dan ganas de errar hasta decir basta.

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