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Antonio Papell

Lo que nos pasa. Azar y responsabilidad

Hace unos días, se suscitó en el curso de una tertulia televisada la ardua cuestión de quién es responsable de la situación actual del inextricable proceso político español, y un joven político de la derecha se mostró sorprendido ante la insinuación de que el fin del bipartidismo, el surgimiento de nuevas formaciones emergentes y, en general, el impulso de cambio que manifiesta el electorado a través de las urnas son consecuencia directa de los errores políticos, de la falta de visión de Estado de los líderes, de la insoportable corrupción que nos invade y nos agosta. Y como viera que no acababa de aceptar aquella relación evidente, le manifesté mi convicción de que si el Partido Popular hubiera gestionado el gran ajuste económico realizado con más sensibilidad social, no existiría tanta irritación en la ciudadanía ni las formaciones nuevas hubieran conseguido una representación tan sorprendente. Lo dejé dubitativo y preocupado.

La idea no es nueva dado que, como es natural, todo, y también el proceso político, es consecuencia de una ilación evolutiva que nos trae al presente. Nosotros somos hijos de los claroscuros de la Transición; de los casi catorce años de socialismo impulsado por Felipe González, en que tuvo lugar la gran modernización de este país pero que concluyeron agónicamente, ya con signos perturbadores de corrupción; de los ocho años de Aznar, que algunos no sé cuántos consideramos perturbadores y negativos; de las dos legislaturas de Zapatero, la primera de las cuales enterró la España negra de la desigualdad y la discriminación en tanto la segunda nos abocó a la peor crisis socioeconómica de toda la etapa democrática; y del cuatrienio de Rajoy, en que se ha embridado la profunda recesión a costa de un ajuste muy doloroso que ha incrementado la desigualdad hasta extremos insoportables, y en el que la insondable corrupción ha alcanzado niveles inimaginables y ha terminado de crispar a una ciudadanía que se creía en buenas manos y a salvo de las perturbaciones que han abismado a las clases medidas de nuevo a la pobreza.

Todos los actores de este proceso han ido asumiendo, de grado o por fuerza, su responsabilidad y poco a poco van ocupando su lugar en la hornacina de la historia. Rajoy todavía está en activo, por lo que las valoraciones son necesariamente provisionales, pero ya debería resignarse a aceptar que el juicio de la posteridad, que le reconocerá que haya sacado a este país de la crisis macroeconómica, será con él muy severo al juzgarle por otros conceptos: como se ha dicho, la insensibilidad social en los recortes ha provocado el desmoronamiento definitivo del sistema, por lo que ahora procede su reconstrucción; y la gravísima corrupción ha desacreditado tanto al modelo de representación y a sus actores que el PP no volverá a ser un gran partido de centro derecha en tanto no lleve a cabo su renovación integral que incluya el apartamiento de quienes no han actuado con el celo debido y su saneamiento interno. La responsabilidad in vigilando, de la que ha hablado hace poco Esperanza Aguirre con cierta frivolidad, es uno de los pilares éticos del pluralismo político, y quien no haya sido capaz, desde el poder, de frenar los abusos sistémicos tendrá que dejar paso a otros, aunque no se haya lucrado en absoluto de la desviación. El azar actúa poderosamente, como es natural, en política como en todos los aspectos de la vida, pero la responsabilidad debe sobreponerse a lo imprevisible porque el político debe tener la grandeza de sobreponerse al destino.

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