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Antimilitarismo primario

Las democracias tienen ejército, que es el brazo armado del poder legítimo. Lo utilizan para defenderse y para defender derechos ajenos. España, en concreto, ha utilizado a sus fuerzas armadas en numerosas contingencias internacionales que nos enorgullecen a la mayoría. Hoy hay diversas fuerzas desplegadas en tareas de interposición, es decir, de mantenimiento de la paz. Y de puertas adentro, una unidad militar de emergencias está dispuesta para socorrer a la población en caso de catástrofes: incendios, terremotos, etc.

Así las cosas, no parece excesivo tildar de papanatismo el antimilitarismo primario que manifiesta cierta izquierda radical y afectada como la que representa Ada Colau. Es perfectamente legítimo y honorable que representantes del ejército español estén en los lugares en que se informa a los jóvenes sobre diferentes opciones profesionales. Y sólo un sectario puede manifestar desagrado ante la confraternización entre lo civil y lo militar que resulta de tales encuentros. ¿O acaso se piensa que la presencia de una caseta castrense en una feria de ofertas laborales para jóvenes puede producir efluvios malsanos que contaminen de agresividad a nuestros adolescentes?

Cuarenta años después de la muerte de Franco y con más de 35 de democracia a las espaldas resulta sonrojante tener que decir estas cosas.

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