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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Turistas en el infierno

Me lo van a tener que explicar un poco mejor, porque no lo pillo. Algo se me ha perdido en el camino. No veo la necesidad de que el presidente del Consell de Mallorca y una delegación del gobierno insular se desplazaran unos días la semana pasada a la isla griega de Quíos para mantener contactos, visitas institucionales y reuniones de trabajo teórico en el lugar a donde a diario llegan personas huyendo de la guerra de Siria. Se me ocurre una alternativa muy básica a semejante dispendio, que es coger el dinero que ha costado enviar a Miquel Ensenyat y adláteres (tres políticos y dos miembros del gabinete de prensa) al lugar de la tragedia e invertirlo en mejorar directamente las condiciones de vida de los desplazados, haciéndoselo llegar a los voluntarios que les ayudan in situ desde hace meses; nada aporta la visita protocolaria. No debe resultar tan simple porque si no se hubiera hecho así, de modo que estaremos ante otro ejemplo de la alta política y la estrategia rompedora de los nuevos tiempos. Últimamente voy un poco despistada con lo que contribuye al bien común o lo que no: una Facultad de Medicina, malo; darle a tu marido una beca de la entidad que presides, bueno. Me pongo en la piel de las desbordadas autoridades del pequeño lugar a cuyas playas llegan día sí, día también, personas medio muertas de frío, ahogadas, y cadáveres de niños pequeños, sin medios humanos ni materiales para afrontar la tragedia, cuando les dicen que han de hacer un paréntesis para recibir a una representación de esta isla de ricachones con overbooking y excelentes previsiones para la próxima temporada, y posar para la prensa y en fin? qué pereza. Por lo visto, les hemos prometido ayuda, algo que también se puede hacer por teléfono, por mail e incluso por fax. Ya veremos en qué se ha concretado esa cooperación dentro de un mes, de momento lo de la apertura de una línea de ayuda para que los particulares hagan aportaciones económicas no parece suficiente justificación para un viaje oficial.

En el marco de su particular odisea todo incluido, la imagen de Ensenyat, ignoro si buscada o no, delante de una montaña de los chalecos salvavidas utilizados por los refugiados sirios para escapar de la guerra fue de mal gusto. Como mínimo, de una improcedencia similar a la que demostró el periodista Carlos Herrera al fotografiarse junto al pequeño altar montado delante de la sala Bataclán tras los atentados islamistas en París, y que le costó el escarnio en las redes sociales. Da la sensación de estar de vacaciones en el infierno. Al montón de chalecos le sobra el político para ser una imagen realmente eficaz y remover conciencias, si es eso lo que se pretendía.

Ya nos habíamos desacostumbrado a hablar de este tipo de cosas. La crisis se llevó por delante los periplos innecesarios y las comitivas pagadas con dinero público a lugares con ningún interés para el contribuyente. Maria Antònia Munar en París con el trote, las excursiones juniperianas o moscovitas de la era Matas y las operaciones añoranza de ida y vuelta nos quedan tan lejanas que tenemos que ver a ambos sentados en el banquillo, dando fe de cómo se ejecutó el saqueo de las arcas públicas, para convencernos de que sí, que fue real, que sellaron sus pasaportes docenas de veces a nuestra costa sin retorno de beneficios. Han cambiado los destinos, y seguro que también las intenciones, pero no las ganas de nuestros representantes de darse una vuelta a nuestra costa por donde nadie les espera.

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