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Joaquín Rábago

La mejor democracia que uno puede comprar

Es la frase, no exenta de ironía, que mejor sirve para describir el sistema político estadounidense, que, más que una democracia, es desde sus comienzos una verdadera plutocracia. Una plutocracia no ya de presidentes esclavistas, aunque ilustrados, como los primeros que tuvo el país, sino de promotores inmobiliarios con egos más grandes que los edificios que mandan construir o de tiburones de las finanzas.

Resulta significativo que al aspirante republicano Donald Trump le guste presumir ante los electores de tener tanto dinero que no puede ya comprarle nadie como a sus rivales. Ante las críticas de algunos medios a su populismo xenófobo, Trump no tuvo el menor pudor en anunciar su intención de cambiar, si llega a la Casa Blanca, las leyes antilibelo de EE UU para poder demandar a quienes escriban artículos negativos y falsos y "ganar así mucho dinero".

¿Y qué decir de su rival, la demócrata Hillary Clinton, que ha podido financiar en buena medida sus campañas políticas gracias a una industria financiera responsable del estallido de la crisis de 2007/2008? No está de más recordar que a aquella crisis contribuyó en gran medida la desregulación del sector financiero por Robert Rubin, quien fuera secretario del Tesoro de Bill Clinton.

Gracias a Rubin, que trabajó durante un cuarto de siglo en el banco Goldman Sachs antes de trabajar para Clinton, y a sus contactos con Wall Street pudo Hillary financiar en su día su campaña al Senado neoyorquino. Y según fuentes periodísticas, para su actual campaña presidencial, la aspirante demócrata llevaba ya recaudados a finales del año pasado en torno a los 21 millones de dólares en donaciones.

A diferencia de su correligionario Barack Obama, que, al menos según el Centro por una Política Responsable, financió un tercio de su campaña a base de innumerables donativos de hasta 200 dólares, Hillary Clinton, no ha tenido ningún empacho en aceptar grandes donaciones. Según Josef Braml, autor del libro publicado en Alemania bajo el título de A costa de la libertad: la venta de la democracia americana y sus consecuencias para Europa, Hillary Clinton ha recibido 2,5 millones de dólares del gestor de fondos hedge S. Donald Süssman y otros siete millones del también multimillonario y filántropo de origen húngaro George Soros.

Tales donaciones millonarias son posibles desde que, en enero de 2010, el Tribunal Supremo de aquel país sentenció que no podían ponerse topes a las mismas porque representaba una violación nada menos que del derecho a la libertad de expresión. De ese modo los multimillonarios del sector petrolero Charles y David Koch llevan ya invertidos mil millones de dólares en un grupo político bautizado "Americanos para la Prosperidad", que se ha dedicado durante la presente y la anterior legislatura a combatir todas las iniciativas de Obama contra el cambio climático.

Ese grupo se ha dedicado a constituir un banco de datos de 250 millones de ciudadanos en los que analizan la mejor forma de movilizar a los votantes para las causas conservadoras que defiende. Los hermanos Koch invitan a los candidatos con más posibilidades a reuniones en hoteles de lujo a las que asisten otros potentes financieros que pueden allí someterlos a examen y ver quiénes son los que mejor les convienen para la prosperidad de sus negocios. Como se ve, todo perfectamente democrático.

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