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Antonio Papell

Hay que apelar cuanto antes al electorado

Como era de prever, ha fracasado la investidura del candidato socialista y, además, los escasos puentes interpartidarios se han roto, salvo el que vincula a las dos formaciones moderadas y centristas entre sí, que sin embargo sigue sin ser operativo por insuficiente. El PSOE y Podemos mantienen una recalentada confrontación en la que ya no hay aproximación posible ni la habrá, en tanto Iglesias mantenga la táctica leninista "clase contra clase" y siga considerando al socialismo el ala izquierda del fascismo. Y el Partido Popular y Ciudadanos han expresado con brutal crudeza sus discrepancias, que en la práctica se centran en el cuestionamiento explícito que hace Albert Rivera de la figura de Mariano Rajoy, quien a su juicio no es la personalidad adecuada para conducir los cambios que precisa este país.

Así las cosas, habrá que preguntarse si tiene sentido dilatar este bloqueo, con riesgo de que se deteriore todavía más esta etapa de inestabilidad que, aunque ubicada dentro de las previsiones constitucionales, empieza a inquietar a la ciudadanía y a llenar de incertidumbre las circulaciones económicas de este país. Porque quizá lo más acertado sería preguntarse desde hoy mismo si no es lo más racional dar por cerrado este periodo de negociaciones, que no va a conducir a parte alguna, y dar la palabra de nuevo al electorado.

Con frecuencia he tenido la ocasión de compartir con mi propio entorno social y cultural la impresión de que nuestra ciudadanía ha actuado en las urnas con gran sabiduría (es una impresión subjetiva, pero, a lo que parece, está muy extendida). El electorado de este país puso en manos de aquella frágil pero plural coalición que era la UCD, comandada por un hombre de gran intuición como Suárez, el peso principal de la transición; dio el poder al PSOE en el momento adecuado, cuando el país estaba en condiciones de digerir aquella histórica alternancia, para que procediera a una modernización radical de las estructuras del Estado con un ímpetu y una autoridad que nadie más tenía en aquel momento; provocó una segunda alternancia en 1996 cuando el PSOE se había desfondado (prueba de ello es que González ni siquiera intentó mantenerse en el poder, pese a que era matemáticamente posible); expulsó del gobierno en 2004 a un PP alienado por la soberbia de un Aznar fuera de sí que no supo digerir la mayoría absoluta que alcanzó en el 2000; volvió a dar el poder al PP en 2011, cuando la socialdemocracia había naufragado en la gestión de la crisis de 2009? Y el pasado 20D, puso fin a la etapa del bipartidismo imperfecto y de las mayorías absolutas, dando entrada a nuevas organizaciones que debían provocar inapelablemente la transformación de la vieja política?

Pues bien: nuestros viejos/nuevos partidos no han sido capaces de digerir este cambio ordenado por el cuerpo electoral ni por lo tanto de plasmarlo en la práctica. Es una claudicación preocupante que debe hacernos reflexionar sobre la calidad de nuestra clase política (y sobre si hacemos todo lo posible para que vayan a la política los mejores: es obvio que no). Pero una vez producido este bloqueo, ya no queda más remedio que dar la palabra al pueblo, en la confianza de que también esta vez será racional. Y de que primará a las organizaciones que han hecho un esfuerzo tras el 20D para conseguir la gobernabilidad y han dado pruebas de voluntad de negociación y pacto, mientras castigará a las que han bloqueado la situación con sus posiciones maximalistas. Pronto podremos comprobar si este pronóstico se cumple.

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