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Antonio Papell

Si no prospera la investidura

Tras la previsible insuficiencia de apoyos en la primera votación, que tuvo lugar en un ambiente enrarecido por un previo debate demasiado áspero, la investidura de Pedro Sánchez se decidirá hoy. Sólo un milagro podría salvar lo que de hecho quedó enterrado en la dura confrontación dialéctica del pasado miércoles.

Hay por tanto que comenzar a meditar qué se podrá hacer tras el fracaso. En principio, parecería lógico pensar que conviene seguir negociando, salvo que, por práctica unanimidad, los partidos decidan y el rey acepte que el impasse sólo puede salvarse mediante unas elecciones anticipadas. Si así fuera, no tendría sentido esperar al 3 de mayo a que concluya el plazo máximo de dos meses que prevé la Constitución: el Rey, con el refrendo del presidente de las Cortes (y, quizá, tras una consulta al Tribunal Constitucional o al Consejo de Estado), podría disolver las cámaras enseguida. En caso contrario, si se admite que la negociación puede alcanzar la gobernabilidad, las opciones no cambian y siguen siendo tres, con alguna variante: la gran coalición PP-PSOE con o sin Ciudadanos; la alianza C's-PSOE-Podemos, o el pacto PSOE-Podemos-partidos soberanistas y otras minorías.

La gran coalición parece imposible en las actuales circunstancias por la dificultad insalvable que supone para el PSOE y para Ciudadanos pactar con un partido liderado por un Rajoy achicharrado, que está, hoy más nunca, en el ojo del huracán de la corrupción, y que representa la opción neoliberal "a la alemana" que ha salido clamorosamente derrotada el 20D. En definitiva, esta fórmula parece descartable si el PP no se somete a una intensa y explícita catarsis que suponga la asunción de responsabilidades en la cúpula.

El pacto PSOE-Podemos-minorías soberanistas sigue siendo impensable porque el PSOE se suicidaría si alcanzara el gobierno de la nación a lomos del independentismo catalán. Así las cosas, la única opción que podría explorarse teóricamente es la ya ensayada y fracasada: el pacto C's-PSOE-Podemos. En el plano puramente ideológico existen algunas discrepancias insalvables si Podemos no utiliza su sorprendente flexibilidad para cambiar de posición (el incremento delirante del gasto público, los referéndums periféricos, la supeditación de los jueces a la voluntad política de la mayoría) pero cabría encontrar amplias zonas de contacto (todo el discurso de Sánchez se ha centrado en ponerlas de manifiesto)? Sin embargo, el tono insultante de Iglesias, quien al tiempo tiende cínicamente la mano para el acuerdo, hace imposible que un partido con sólida estructura y con una ejecutoria histórica que preservar como es el PSOE pase por las horcas caudinas de unos populistas que confunden la discrepancia con le insulto y que se irritan si no se les sigue la corriente.

En estas circunstancias, ni siquiera una petición de disculpas por la agresión verbal intolerable a Felipe González podría allanar el camino hacia una hipotética entente. Y es cada vez más inimaginable que se pueda formar un gobierno de coalición en que un personaje tan imprevisible como Iglesias adquiriera responsabilidades relevantes. Hay que pensar que este país está inserto por voluntad propia en una Europa que condiciona la mayor parte de nuestra legislación interna, por lo que el exotismo tiene límites (el último país que intentó traspasarlo se deslizó hacia el "corralito" financiero). En consecuencia, quizá no valga la pena dar más vueltas al asunto y sea ya hora reconocer la evidencia y disponerse a unas nuevas elecciones. A fin de cuentas, los ciudadanos de este país siempre han votado con sentido común, y buen puede ocurrir que primen a quienes han intentado de buena fe una solución negociada, mientras castigan a los que, desde los extremos, lo han hecho imposible.

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