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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Oriol Bonnín, el médico paciente

Para España, formamos parte de África. Si por Madrid fuera, el Sáhara mallorquín aún recibiría antibióticos de contrabando. Por eso me enorgullezco...

Para España, formamos parte de África. Si por Madrid fuera, el Sáhara mallorquín aún recibiría antibióticos de contrabando. Por eso me enorgullezco de mi antañona exclusiva "La Policlínica Miramar ficha al cirujano de Cruyff". En el Día de la Comunidad que nunca existió, conviene recordar que íbamos a ser la última autonomía en contar con un cirujano cardiaco. Y en la sanidad privada. Así conocí a Oriol Bonnín, el hombre que no solo ha salvado más vidas de mallorquines, sino el que mejor trato ha brindado a sus rescatados del infarto. Mi segunda primicia llegaría diez años después, "Oriol Bonnín inaugurará el primer servicio público de cirugía cardiaca en Son Dureta". Ya no era el cirujano de Cruyff, sino la última esperanza de los corazones mallorquines.

Conocí a Bonnín pensando que iba a lidiar con un ego a la altura de su bisturí. Me desarmó desde el primer momento. Existen sobrados motivos quirúrgicos para haberle concedido la Medalla de Oro de Balears. Sin embargo, su pericia técnica queda por detrás de su entrega absoluta a la relación médico-paciente. Opera con el corazón en la mano, el órgano del enfermo pero también el propio. Le he visto consolar a quien no podía operar, en una entrega sin límites que estremece a sus propios colegas. "Pasaré las Navidades con mis pacientes", a ningún servidor público se le puede exigir una dedicación pagada con la extraordinaria devoción de los enfermos. Su sobreesfuerzo es comparable al de los jueces, fiscales y policías anticorrupción a quienes admira, limpiando en ambos casos las cañerías obstruidas de Mallorca.

La tarea de Bonnín debía chocar por fuerza con los celos de colegas menos dotados. Llegaron a la agresión física para desestabilizarlo, ni siquiera les respondió en los juzgados porque se dejó llevar por el corazón. Más de un médico me ha ensartado "tu amigo Oriol", con un deje de sorna. Poco después, y con motivo de un colapso arterial, se dirigían al cirujano en busca de la salvación. La Medalla de Oro es en su caso más noble que el metal, pero el destinatario deseaba una ceremonia breve. Es fácil adivinar adónde pensaba escapar en cuanto acabara la entrega.

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