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Mafia 'made in Spain'

En Uno de los nuestros, de Martin Scorsese, un espléndido Ray Liotta da vida a Henry Hill, un chaval de barrio de inmigrantes cuyo sueño es adentrarse en la mafia. Lo hace bajo la protección del capo local y sus asociados. Pero las actividades delictivas no son un juego de niños y acaba por poner en peligro su integridad y la de su familia. El programa de protección de testigos del FBI termina siendo la única salida para "vivir el resto de mi vida como un don nadie". Cuando lean este artículo, probablemente llevaremos ya horas escuchando las explicaciones que dé Diego Torres ante el tribunal que juzga el caso Nóos sobre su labor al frente del instituto. Y seguramente las dé para defenderse de su Ray Liotta particular: su cuñado, quien fuera contable de Nóos, ha visto en el arrepentimiento y el pacto con la Fiscalía Anticorrupción la única vía para poder seguir llevando una vida normal.

Son muchos los que discuten la política de pactos del Ministerio Público. Sin embargo, lo cierto es que rebajar la petición de pena de cárcel para algunos sirve para destapar detalles que de otra forma seguirían ocultos y para poder probar otros hechos. Además de devolver el dinero supuestamente obtenido de forma irregular. Ahora, hasta la princesa Maria Antònia Munar se ha visto obligada a claudicar para poder salir algún día de la carretera de Sóller. Ella. Que en sus primeros juicios decía aquello de "la presidenta no se ocupaba de esas cosas", en referencia a las contrataciones públicas. Hablando de sí misma en tercera persona. Igual que el ex president Jaume Matas. Que, también en tercera persona, aseguraba no tener conocimiento de cómo se pagaban los servicios que él ordenaba contratar: sean discursos o foros sobre turismo y deporte.

Probablemente no sea lo que más se recuerde del juicio más mediático de la historia, pero las declaraciones de los "arrepentidos" corroboradas con toda probabilidad por los testigos que escucharemos son las más reveladoras de cómo han estado funcionando las administraciones públicas de este país. La ley de contratos ha tenido los mismos efectos que la ley seca estadounidense: la creación de auténticas mafias para poder burlarla. ¿Que no se puede contratar a dedo sin publicidad y sin garantizar la libre concurrencia? Creamos la figura del convenio. O, como en Valencia que aún no se han enterado de qué va esto de ser juzgados por delitos muy graves, nos sacamos de la manga una fundación mantenida con dinero público pero que se rige por el derecho privado. Es decir, pudiendo contratar como la empresa de cualquiera de nosotros con el dinero de todos nosotros. Todo esto mediante acuerdos verbales, propuestos jugando a pádel o en una comida informal, que luego ya nos encargaremos de vestir como sea. Que, total, el dinero público no es de nadie. ¿Verdad? ¿Dónde están los interventores que deberían haberlo fiscalizado todo? Ah, no. Que esto es España y las comunidades autónomas no tienen cuerpos de interventores. Sería de locos pensar que quienes se han montado sus propios chiringuitos vayan a crear un grupo de funcionarios que puedan controlarlos.

Luego sólo queda repartirse el botín. Y ahí viene cuando don Ramón María del Valle Inclán se pondría las botas de lo insultantemente cutre de los procedimientos. Porque no crean que el saqueo ha sido sofisticado, sino más bien esperpéntico. Cogemos al cuñao farmacéutico y lo ponemos de contable sí, él mismo reconoció que no tenía conocimientos de contabilidad, lo que provocó las risas de todos los que llevábamos diez horas escuchando su declaración sobre las cuentas de Nóos y sus empresas satélite. Luego aportamos las facturas de Telefónica y cualquier papel que tengamos en casa para justificar gastos. Otro de los momentos hilarantes porque se nos olvida de vez en cuando que estamos hablando de dinero público a mansalva fue cuando, al ver una factura que le mostraba el fiscal, se extrañó de que tuviera IVA. Ni siquiera pensaron que necesitaran de una ingeniería algo más refinada. ¿Quién iba a revisar todo eso? Si están encantados con el yerno perfecto de España.

Visto lo visto, sólo queda preguntarse si todo esto habría podido pasar en una sociedad con individuos que no enchufaran directamente a la pareja nada más llegar a los ayuntamientos. O que se abstuvieran de cargar a las arcas públicas gastos personales, por pequeños que sean. La corrupción a gran escala en Madrid, Andalucía, Cataluña, Valencia o Balears no habría sido posible en un entorno que censurara comportamientos poco escrupulosos aunque parecieran nimios. Sin una tolerancia social tan elevada, al menos se habrían visto obligados a depurar los mecanismos de saqueo. Y es que, si Martin Scorsese hubiera querido rodar Uno de los nuestros en España, le habría salido Torrente. Probablemente si Martin Scorsese fuera español sería Santiago Segura.

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