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Antonio Papell

Opciones de gobierno

Hasta el momento, el panorama es complejo: PSOE y Ciudadanos, las dos formaciones centradas del mapa electoral surgido del 29D, están avanzando en la formación de un núcleo de gobernabilidad que va consiguiendo los acuerdos necesarios para una sólida fraternidad que podrá plasmarse de formas distintas, según las demás circunstancias (coalición de gobierno, pacto de legislatura, acuerdo de abstención de Ciudadanos a la investidura de Sánchez, etc.). Lo más satisfactorio de esta aproximación es que, por lo que se conoce, ha sido el resultado de un proceso solvente de negociaciones en que se han puesto en común las concomitancias y se han buscado soluciones intermedias a las discrepancias. Según filtraciones fidedignas, Garicano y Sevilla, los respectivos expertos económicos, ha acordado un proyecto de política económica mucho más social que el que el PP ha desarrollado en la pasada legislatura, fácilmente aceptable por Bruselas y lo bastante equilibrado para no interrumpir la senda de crecimiento económico. Asimismo, el proyecto incluye cambios conceptuales e importantes medidas tendentes a incrementar la productividad, a reforzar el papel de la formación y a impulsar el cambio de modelo de desarrollo mediante inversiones en I+D.

Con todo, PSOE y Ciudadanos no completan una mayoría capaz de sacar adelante la investidura de su candidato (suman 130 escaños), por lo que su propuesta debe contar con el apoyo de otro de los dos partidos que, por ambos extremos, completan el abanico.

La colaboración de Podemos, una formación que había moderado en apariencia su inicial radicalismo, hubiera parecido el complemento ideal a un gobierno de cambio que tiene la obligación de materializar las aspiraciones en este sentido de la ciudadanía, que ha impuesto unos resultados inéditos en toda la etapa democrática. Sin embargo, Podemos no ha abdicado de su populismo y ha adoptado un tono que no congenia con la madurez que ya respira el régimen después de más de treinta años de andadura. La arrogancia suburbial de Iglesias, su delirante propuesta económica la presión fiscal subiría diez puntos en cuatro años, su obstinada imposición de un referéndum en Cataluña que le viene obligada por sus dificultades para mantener la cohesión con sus confluencias, y, sobre todo, sus déficit democráticos que parecen anacrónicos tics del chavismo la exigencia de adhesión ideológica a los jueces y fiscales que ocupen cargos en la estructura judicial hacen muy difícil un acuerdo operativo y prácticamente imposible una coalición de gobierno como la que machaconamente reclama el líder de Podemos.

En el otro lado del espectro, el PP no aprueba, como es natural en primera instancia, que dos formaciones menores le disputen la hegemonía (123 escaños). Pero la formación conservadora podría encontrar la gran oportunidad de renovarse si aceptara sostener a un gobierno de gestión PSOE-C's que debería contar con su contribución a las grandes reformas, incluida la constitucional, y que así impediría que Podemos persistiera en su estrategia disolvente. Después de derramar los chorros de corrupción que han desatentado la vida pública estos últimos años, el PP no puede pretender que unas minorías partidarias de un reformismo prudente pero audaz lo secunden y le mantengan en el poder. En ocasiones, las terceras vías resultan oxigenantes, y hay muchos ejemplos de ello en la Europa más desarrollada políticamente. De hecho, son muchas las personalidades conservadoras que secundan esta opción, contra la que tan sólo se oponen los intereses personales de quienes perderían poder e influencia con ella.

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