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Jose Jaume

La línea roja

La línea roja existe para PSOE y Podemos, pero no es la que uno y otro han trazado burdamente; la que concierne a ambos, especialmente al partido de Pablo Iglesias, es la de no posibilitar un gobierno del PP o la repetición de elecciones. Esa es la raya infranqueable, la última frontera: el que la traspase abonará una onerosa factura. Quien está especialmente concernido es Pablo Iglesias, porque de Pedro Sánchez es la iniciativa; él es quien se somete a la votación de investidura, donde Podemos, si la impide, se las verá con no pocos de sus electores del 20 de diciembre. Pablo Iglesias, los dirigentes de Podemos, han de salir del laberinto en el que se han metido seguramente sin calibrar las consecuencias: poner al PSOE en una tesitura imposible, presentarle un esquema de gobierno cerrado, en el que Iglesias acumula competencias desorbitadas, es tensar más allá de lo razonable si es que se pretende pactar con los socialistas. Tampoco la escenificación resulta conveniente, ni cegar el inicio de la negociación si antes no se ha roto con Ciudadanos. Todo es una sobreactuación que requiere ser modulada o la constatación de que no se busca el entendimiento, sino que el interés está puesto en las elecciones, intentando llegar a éstas con la imagen de que ha sido el PSOE quien no ha aceptado el acuerdo de gobierno.

Si así fuere, la jugada no le está saliendo bien a Podemos, al toparse con un Pedro Sánchez muy distinto al que se vio en campaña electoral: el secretario general del PSOE, desde que el Rey le encargó la formación de gobierno, actúa con una notable inteligencia, con aplomo, se le ve con una cierta vitola de estadista. Lo prueba el silencio de sus numerosos enemigos internos, los que en su partido lo han querido fulminar. Susana Díaz se ha visto obligada a poner sordina a sus desvaríos. Ahora calla. Hasta Felipe González, después de conminar a la presidenta de la Junta de Andalucía a dejar de enredar, ha concedido el plácet a Sánchez para que haga lo que considere oportuno para obtener la investidura. Es la constatación de que el dirigente socialista es quien maneja los tiempos, que se ha asentado sólidamente en la secretaría general de un partido cuarteado y muy disminuido. El PSOE se encomienda a Pedro Sánchez. Sorprendente, pero cierto.

Al tiempo, en Podemos se constata que la estrategia no está dando resultado: además del considerable desliz, corregido a toda prisa, de querer que jueces y fiscales sean fieles a las directrices gubernamentales, que es, dejémoslo claro, lo que han hecho siempre PP y PSOE, por lo que no viene al caso que ambos se llenen la boca de falsas proclamas sobre la independencia judicial, sobre todo el PP de Rajoy, que ha condicionado y manipulado la presunta independencia de los jueces, y ahí está para tal cometido el sinuoso Rafael Catalá, Pablo Iglesias comprueba que hasta hoy no puede jugar las cartas que tiene en la mano, que son muy buenas, pero no las hace valer debido a que voluntariamente se ha ausentado de la mesa a la que no sabe cómo retornar sin perder la cara.

Podemos ha de rehacer su esquema negociador, se ha de dar cuenta de que al final, cuando se vote en el Congreso de los Diputados la investidura de Sánchez, lo que no puede permitirse es votar junto al PP. Si ello sucede, rebasará la línea roja, adentrándose en un terreno desconocido del que no debe esperar nada bueno: ni en las nuevas elecciones ni después, cuando habría que reiniciar unas ya muy enfangadas negociaciones para conseguir una mayoría de gobierno. Seguramente entonces, las cartas de Podemos no serían tan ganadoras como las que ahora maneja. No deja de intrigar que los dirigentes de Podemos, consumados analistas políticos, capaces de diagnosticar acertadamente las situaciones, no hayan sido capaces de atisbar que desde el momento en el que el jefe del Estado hizo a Pedro Sánchez el encargo de formar gobierno desbarataba, primero, la burda e impresentable maniobra de Mariano Rajoy de alargar indefinidamente el tiempo muerto en el que se había asentado, y, segundo, que modificaba las reglas de la partida, porque, reiterémoslo, después del encargo regio, Pedro Sánchez es otro hombre, y ello no puede ser obviado por nadie, incluido Pablo Iglesias, que ha tenido que escuchar a uno de los lugartenientes del secretario general del PSOE espetarle que no se había enterado de que quien se somete a la investidura es Pedro Sánchez.

Está por conocerse si PSOE y Podemos aceptarán que sus electorados quieren el pacto, que quien aparezca como el mayor responsable de impedirlo se las verá con ellos.

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