Diario de Mallorca

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El desbarajuste político por el que transita el país está causando un desorden moral y económico sin precedentes en la reciente historia de la democracia española. ¿Sorprendente? ¡O no! En los últimos cuatro años, el Gobierno ha tenido el respaldo holgado de una mayoría parlamentaria, Gobierno y mayoría que ha ejercido, desde una posición de privilegio, una acción de gobierno sin miramientos ni contemplaciones hacia sus propios votantes y ha ninguneado a todos los que se han sentido identificados con formaciones que integraban la oposición. Las mayorías, según se ejerzan, no siempre son convenientes, a veces acarrean resultados inesperados como le ha ocurrido al PP. Y ahí estamos en medio de un desconcierto propio de tiempos saturnales.

Saturno es un planeta gaseoso, el sexto del sistema solar, cuyas características principales son sus anillos y su lentitud orbital. Toma su nombre de una deidad romana que reinaba sobre dioses menores y hombres cuyos hijos eran devorados sin piedad para que no pudieran arrebatarle el trono, Goya pintó un magnífico óleo sobre el tema. El dios Saturno patrocinaba la saturnalia, fiesta de un día de duración, instituida por Publius Hostilius en el año 217 a. de C. Esta celebración fue ampliada, sucesivamente por Augusto, Calígula y Domiciano, a jornadas conocidas, por el pueblo, como optimus dierum (los días mejores). Estamos pues en el periodo saturnal del año, caracterizado por el desgobierno y el desconcierto, una fatalidad en tiempos de tribulación política.

Tiempos pues de carnaval en los que encaja a la perfección el comportamiento político de estos días en los que todo vale. Los políticos actúan de forma desordenada, no aportan ni ideas ni programas, sino solamente "líneas rojas", rechazos, críticas feroces e incompatibilidades personales, no se toman decisiones pensando en el interés general sino en el suyo propio y en el de los suyos, se preocupan de conservar sus poltronas y situarlas en lugares de preferencia. Si, se impacientan, por supuesto, en colocar a buen recaudo a los suyos. Ya están cómodamente colocados en el Senado, Rita Barberá, cuya gestión en Valencia está siendo investigada, los dos últimos presidentes de Balears, que han protagonizado los peores gobiernos de las islas y el anterior alcalde de Palma, situado en el Congreso después de cuatro años perdidos para la ciudad y un mandato al frente de la Policía Municipal que ha conducido a toda la cúpula policial, por él nombrada, hasta la cárcel.

Espacios saturnales y de carnaval que casan con la gracia de la concejala de cultura de Madrid, Celia Mayer, sucesora de un tal Zapata que tuvo que ser relevado por sus improperios. Esta señora Mayer, de Podemos también, destinó 18.000 euros para un programa cultural en el distrito de Tetuán y encargó a unos pobres titiriteros dos sesiones de marionetas por las que han recibido solo mil euros y han acabado, además, en la cárcel. También resulta carnavalesco, por no decir donairoso, que Pablo Iglesias vaya a tratar asuntos de Estado con el Rey, que es el jefe del Estado, y se presente vestido con unos vaqueros, descamisado y mangas arremangadas, y acuda a los premios Goya con un flamante esmoquin. Lo mismo ha hecho Alberto Garzón cuando ha ido a visitar "al ciudadano Borbón" al Palacio de la Zarzuela y se ha puesto la corbata para asistir a los premios del cine. Todo ello genial para un país al borde del colapso.

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