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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Que sobreactúe la justicia

Igual que lo han hecho en el caso de los titiriteros, los guardianes de la ley podrían pasarse de frenada cuando se enfrentan a esa lacra social que constituyen los abusos contra los menores

Me gustó el comentario de Ada Colau a tenor del insólito encarcelamiento por enaltecimiento de terrorismo de dos titiriteros, ordenado por un juez de la Audiencia Nacional a instancias de la Fiscalía, y que nos ha puesto a la altura de cualquier república bananera en materia de garantías de los derechos civiles. La alcaldesa de Barcelona se refirió al doble baremo de la justicia, que por un lado encierra en prisión preventiva sin fianza a los actores por el mal gusto de su obra de guiñoles, totalmente inapropiada para un público infantil, y por el otro dejaba en libertad con cargos al pederasta confeso del colegio de los maristas de Sants. Joaquín Benítez, profesor de gimnasia durante treinta años, relató a reporteros de El Periódico que era autor de multitud de abusos sexuales contra chicos, y que una vez que Dios le ha perdonado considera que es el momento de rendir cuentas ante la sociedad. Pero ni por esas. Ha vuelto a su casa, a esperar que las ranas críen pelo, o que alguien decida tomarse en serio el peligro que representa. Benítez fue denunciado en una ocasión por la familia de una de sus víctimas que finalmente retiró la acusación, imagino que con la intención de pasar página, y no se le investigó más. Quienes han recibido el mandato social de proteger a nuestros hijos no mostraron mayor interés por el tema. No hubo caso. Fue en 2011. El centro educativo le despidió y enterró el tema, de modo que el depredador volvió a trabajar con críos en campamentos y piscinas públicas. Declaró a los periodistas que esperaba un aluvión de denuncias, que ya se están produciendo a instancias del padre de uno de los alumnos violentados. Este hombre ha colgado carteles buscando más perjudicados para montar una causa que no se salde en agua de borrajas y está recibiendo docenas de contactos, con al menos quince denuncias en firme. Tirando del hilo de este agresor se han producido acusaciones contra otros tres trabajadores del mismo colegio de los maristas, un monitor del comedor y tres profesores de primaria. Esto sí es crimen organizado, y no lo de los titiriteros.

Día, sí, día también me topo en este diario con noticias sobre los pactos a los que llegan adultos que han agredido sexualmente a sus hijos pequeños o a otros niños de su entorno. Un par de años y a la calle; una multa y a casa; cinco años y a formar otra familia feliz. Los mismos que no investigan de oficio delitos atroces porque los entornos de las pequeñas víctimas optan por enterrar en falso la pena acuerdan en nuestro nombre condenas de escasa eficacia ejemplarizante. Me argumentan que recabar pruebas que aseguren sentencias duras resulta difícil, que faltan medios. Puede que el dinero público detraído de la corrupción y de priorizar otros asuntos tenga que ver. Un entrenador de fútbol alevín de Las Palmas se enfrenta a 73 años por corrupción de menores, abusos y exhibicionismo. Tal vez si la justicia sobreactúa y se los hacen cumplir uno por uno, otros se lo piensan dos veces antes de tocar a un crío.

A lo mejor a Ada Colau le pareció un horror ver libre al pederasta confeso de los maristas porque tiene un hijo pequeño, aunque por pura estadística los que hacen la vista gorda o flojean con este asunto también deben ser padres. La maravillosa Spotlight, en cartelera en Palma, narra la investigación periodística del Boston Globe sobre los casos de pederastia en la iglesia de su ciudad, a cargo de un centenar de curas, cobijados legalmente por sus superiores y por la institución. Al saber que uno de los centros donde reposan los abusadores antes de darle un nuevo destino en otra parroquia estaba a dos manzanas de su casa, uno de los reporteros se salta la discreción debida y advierte a sus hijos del peligro. Tal vez esa sea la clave. Actuar, e incluso sobreactuar, como si el monstruo viviese en la casa de al lado.

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