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Antonio Papell

El guardián de la revolución

El programa hecho público por Podemos para un hipotético pacto con el PSOE no está escrito evidentemente para tal fin sino para impedir el acuerdo y exhibir, con claros objetivos electorales, unas posiciones radicales que se muestran a la ciudadanía como exponente genuino de una izquierda que no existe en Europa occidental y que ha fracasado estrepitosamente en Grecia. Ni Varoufakis hubiera llegado tan lejos en lo económico.

La propuesta de Podemos mantiene el delirante organigrama esbozado por Iglesias a la salida de su última entrevista con el Rey, que integra entre otras lindezas un fantasmagórico "ministerio de la Plurinacionalidad, Administraciones Públicas y Municipalismo". Iglesias ocuparía la vicepresidencia del Gobierno, de la que dependerían el CIS, el CNI y el BOE ¿para qué el BOE?. Pero lo más grave no es esta pintoresca pretensión sino el tono utilizado para explicar que, "un Gobierno de coalición con Pedro Sánchez en la presidencia y Pablo Iglesias en la vicepresidencia supone un mecanismo de check and balance, control y contrapeso, es decir, una garantía de que en nuestro país se acabaron los rodillos y los gobiernos que no rinden cuentas". En otras palabras, Sánchez gobernaría e Iglesias controlaría y supervisaría, erigido en una especie de "guardián de la revolución". Se trata de una pose arrogante, de una especie de declaración de superioridad moral, que ni el PSOE ni socio alguno puede tolerar. Por añadidura, Iglesias ha invitado a Sánchez a que le pida hora para "ser recibido" y discutir con él estos asuntos, como si el líder de Podemos fuera la estrella del baile. Una cosa es la modernidad indumentaria y otra la pérdida del sentido de la orientación.

Además, y a pesar de las advertencias socialistas, Podemos mantiene íntegramente su voluntad de celebrar un referéndum de autodeterminación en Cataluña, con lo que traspasa la única línea roja que ha impuesto el PSOE, que ya ha advertido que no aceptará esta condición ni los apoyos, por activa o por pasiva, que pudieran prestar las organizaciones independentistas catalanas a la eventual investidura de Sánchez.

En el terreno socioeconómico, la propuesta es inaplicable por excesiva, ya que no es posible presionar en exceso sobre la economía productiva en tiempos en que hay que lograr que la economía crezca para mitigar el insoportable desempleo. El proyecto económico redactado por Nacho Álvarez propone una subida del gasto público de 24.000 millones de euros al año durante el cuatrienio 96.000 millones en total, casi diez puntos de PIB, algo inimaginable que agostaría la economía productiva, frenaría el crecimiento y agravaría el problema del empleo. Además, la composición de este incremento del sector público no es convincente.

Salvo rectificación de última hora, es claro que el PSOE no va aceptar ni el planteamiento, que es de absoluta desconfianza mutua, ni el fondo radical del programa, que provocaría severas deslocalizaciones y nos pondría en una situación periférica en la Europa industrializada. Y eso tiene que saberlo Iglesias, quien muy probablemente acaricia la idea de provocar a toda costa nuevas elecciones para conseguir el ansiado sorpasso.

Sobre esta cuestión, habría sin embargo mucho que hablar. La ciudadanía de ese país no quiere que haya nuevas elecciones ya que, como es natural, piensa que los políticos tienen la obligación de lograr la gobernabilidad con la decisión irrevocable que los electores han puesto sobre la mesa. Y castigará a quienes pongan palos en las ruedas e impidan los necesarios acuerdos. En cualquier caso, y por fortuna, hay otras fórmulas de gobernabilidad que pueden y deben ser ensayadas antes de dar por perdida la oportunidad y prolongar hasta el infinito este incómodo paréntesis que ya tiene consecuencias económicas indeseables.

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