Navegar por espacio de nueve horas por una travesía, todavía inconclusa, de facturas opacas puede parecer "una locura", como se ha oído en la sala del juicio de Nóos o dejar momentáneamente "perdida" a alguna de las togadas que lo presiden, pero resulta, cuando menos, esclarecedor.
En términos procesales y de interés público, el arrepentimiento de Marco Antonio Tejeiro está resultando el más productivo y, a la par, el más perjudicial para las defensas personales de Iñaki Urdangarin y Diego Torres. Factura a factura, el excontable del Instituto Nóos, entidad que oficialmente no tenía ánimo de lucro, ha ido desgranando, una y otra vez, cómo los dos socios se repartían los beneficios a partes iguales vaciando un instituto que no obedecía a más finalidad que la de satisfacerles a ellos. La organización de foros y eventos, en Palma y Valencia, con la presencia de personalidades de prestigio social y deportivo, era pura tapadera.
Se operaba a la inversa. Desde lo ficticio, ante la carencia de realidad. Las facturas extendidas, casi siempre en números redondos, no respondían a trabajos realizados ni a servicios prestados, eran la herramienta habilitada para desviar los fondos ingresados desde las administraciones públicas a Aizoon, por lo que respecta a Urdangarin y a las empresas de Torres.
La única realidad palpable estaba en el dinero ingresado. Tejeiro confirma también que en Nóos solo llegaron a trabajar él mismo y otra persona. El resto de contratos laborales suscritos tenían contenido engañoso, era el modo ideado por la trama para disponer de beneficios fiscales y unos pagos salariales irreales que también se desviaban por los conductos que acababan en manos de Urdangarin y Torres. Preguntado por el fiscal si ésta "era una forma de ennegrecer dinero", el acusado Tejeiro respondió de modo afirmativo. Falta saber cómo reaccionarán los aludidos y a su vez principales imputados, pero la verdad es que, quien fuera el brazo ejecutor de sus intereses, les está dejando escaso margen de maniobra a lo largo de su extensa declaración.
Una semana de juicio del caso Nóos ha sido tiempo suficiente para fijar posiciones y clarificar actitudes. La complicidad que pudo haber para estructurar la trama se desintegra por completo cuando apremia la acusación y la necesidad de defensa personal. Hemos visto, sobre todo, a un Pepote Ballester ejerciendo de víctima de Matas, a un expresident entonando algo de mea culpa y todavía deslumbrado o amparado, quien sabe, en el efecto Urdangarin y a un Tejeiro que conoce y sabe mucho y todavía cuenta más, para desespero de quienes un día fueron sus patronos. Queda claro que la semana no ha transcurrido en vano.