Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cuaderna

No a las dos Españas

España necesita de un gran pacto entre las formaciones políticas que defienden la unidad, la libertad, la justicia y la igualdad de todos los españoles, con independencia de su origen y procedencia territorial. España necesita reafirmar que es un Estado de Derecho; donde se respetan la ley y el orden constitucional, que han hecho que hoy seamos una nación libre, democrática, moderna y plenamente integrada en Europa.

Es la hora del acuerdo, como lo fue en 1975. Es la hora de hacer frente a tres grandes desafíos que tenemos como nación y como sociedad, que quiere vivir en paz, progreso, libertad, justicia y concordia. Estos desafíos son: el independentismo, el de consolidar la recuperación económica y el de las reformas, tanto estructurales como de carácter legislativo y administrativo. De ahí la importancia del acuerdo. De ahí la necesidad de tener hombres y mujeres con sentido y visión de Estado. De ahí la obligación ética y moral de las formaciones políticas, de hacer prevalecer el interés general de España y los españoles por encima del tactismo de conveniencia; sea este de partido o de supervivencia de los lideres.

Después del 20D, los partidos no pueden rehuir el compromiso, yo diría la obligación del pacto; de la transacción de unos con otros y del acuerdo. De no ser así vamos a pulverizar el camino andado y paralizar todo avance conseguido en estos casi cuarenta años de democracia. Se trata de estar a la altura de las circunstancias y establecer puentes de entendimiento y mutua compresión; y no construir barreras infranqueables de intransigencia.

En esta hora de desafío separatista, lo que nos jugamos en mucho. No es posible que cada grupo social, cada partido y cada territorio juegue de modo insolidario en relación al otro; haciendo prevalecer sus intereses particulares, sus reivindicaciones partidistas, sus diferencias e incluso sus agravios, para justificar una deriva hacia la rotura de España como nación centenaria. Repito, nos jugamos el ser o no ser de España. De superar o no el desafío separatista va el hecho de seguir manteniendo la unidad, respetando la diversidad, o la voladura del sistema constitucional; es decir, de España como nación.

Debemos ser conscientes, como ya he apuntado, de que el gran problema al que debe enfrentarse España es el de su profunda crisis de identidad nacional, cuyo peso a ido perdiendo fuerza a causa de que no hemos sido capaces de diseñar un proyecto colectivo, que nos hiciera sentir orgullosos de pertenecer a ella; como si ocurre en Alemania, Francia o Italia, por no citar EE UU.

Que nadie se engañe, romper el orden social e institucional para después refundarlo, puede ser estimulante e incluso tentador, pero no conveniente. La historia nos enseña que todas las experiencias vividas es España en los últimos doscientos años han salido mal; excepción hecha de la Constitución de 1978. Y es que el siglo XIX y XX nos da muestra inequívoca del peligro y las consecuencias dramáticas vividas al romper lo existente, por imposición de unos contra otros.

Es inmoral jugar con los sentimientos de la gente alentando el fuego del nacionalismo excluyente, que lo que busca es la ruptura unilateral de España, apelando a un derecho inexistente, tanto en el marco del derecho internacional, como en nuestro propio ordenamiento; pues el derecho a decidir, sin contar con todo el pueblo español, es un patraña inventada por los separatistas.

De ahí la importancia de un acuerdo entre las fuerzas políticas PP, PSOE y Ciudadanos, que representan algo más del 70% del arco parlamentario y mantienen una posición común en torno a la defensa del orden constitucional y del estado de derecho. Solo así será viable la necesaria reforma constitucional para adaptarla a los nuevos tiempos.

En segundo lugar, España necesita reformas en el orden económico-social para consolidar nuestra estructura productiva y hacerla más justa, eficiente y flexible. Aquí también se requiere de un pacto social solido a corto, medio y largo plazo imitemos los Pactos de la Moncloa, si se quiere asegurar estabilidad, eficacia y progreso; que quiere decir mayor justicia distributiva para todos. Aquí también hace falta una autentica voluntad de acuerdo y compromiso que implique a todos sin exclusiones apriorísticas.

No olvidemos que el gran problema de España, a lo largo de su historia, ha sido la división entre buenos y malos, entre izquierdas y derechas, entre postura irreconciliables, que han hecho que hasta el 1975 los pensadores y filósofos de España hablaran de las dos españas irreconciliables. Lo grave es que hoy vuelva a resurgir esta división, quebrando así el espíritu de concordia que inspiro y marco la constitución de 1978; donde todos supieron renunciar a favor de un bien superior llamado España.

Desgraciadamente hemos vuelto a las "barricadas ideológicas". Queremos justificar nuestras acciones, no con la razón, sino destruyendo y desacreditando, al adversario hasta tal punto que el líder socialista no quiere hablar con el líder del partido mayoritario en votos y escaños. Por eso digo que es necesario acabar de una vez por todas con estos perversos planteamientos. Por eso digo que es necesario tomar conciencia de que no puede resurgir nuevamente el concepto de las dos españas. No se trata de uniformar ideologías. No se trata de renunciar a las tan necesarias reformas ya apuntadas. No se trata de hacer dogma de la Constitución. De lo que se trata es de esforzarnos todos para afrontar los retos que tiene planteado hoy España y acometer las reformas que necesita la Constitución, para adaptarla a los nuevos tiempos. Ello solo se consigue desde el pacto, desde el acuerdo y no desde su voladura. Por eso digo: "No a las dos españas".

Compartir el artículo

stats