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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Rajoy, desvestido

Rajoy es como un sofá, que conserva la marca de su último ocupante. Demostró la ausencia de forma y fondo personales en la última broma radiofónica...

Rajoy es como un sofá, que conserva la marca de su último ocupante. Demostró la ausencia de forma y fondo personales en la última broma radiofónica, aunque cualquier entrevista serviría como prueba de su índole acomodaticia. El "si usted lo dice" que enmarca su filosofía, le permite defender que el presidente del partido sería el único inocente de una formación sumida en la corrupción. O abstraerse de unos resultados electorales desoladores, para seguir indefinidamente en La Moncloa. Según su veredicto, tiene que continuar al frente del Gobierno pero no quiere someterse a los trámites parlamentarios. Una autoproclamación sin engorros protocolarios, sin discursos elaborados. Para lograrla, ha hecho un par de llamadas.

Rajoy se queda en casa. No desea ser investido, ni mucho menos investigado. En consecuencia, está siendo desvestido. A cámara lenta, en un strip tease político con música fúnebre. La incógnita consiste en averiguar si el ceremonial concluirá antes de que los corsés sellen la inoperancia de la Corona, o antes de que el PP sea ilegalizado por la Guardia Civil. Si alguien agita la pasividad en defensa propia del presidente del Gobierno, desde La Moncloa se esgrime el nerviosismo de los mercados. También Bruselas debe colaborar espontáneamente a la perpetuación de la interinidad.

Los votantes no han sabido apreciar las virtudes de Rajoy, por lo que quedan descalificados para influir mediante su sufragio en el destino colectivo. La parsimonia presidencial le permitiría prolongar otros cuarenta años su estancia viciada en La Moncloa. A solas, ha decidido eternizarse. Entre los daños colaterales, ha mostrado al país que se puede desobedecer impunemente una indicación constitucional del Rey. El presidente del gobierno en ficciones considera que también le beneficia la propuesta regia de Pedro Sánchez como candidato, porque así podrá refugiarse en el síndrome del 11M. Al igual que en 2004, en su lógica desenfocada no habría perdido las elecciones, habría sido la víctima de una conspiración masiva contra sus pretensiones. Solo queda aclarar para qué sirve un político así a sus protectores en las sombras.

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