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Eduardo Jordà

Beppe Grillo dice adiós

Hace dos años, en el momento más grave de la crisis económica, el cómico Beppe Grillo se presentó a las elecciones italianas. Sin apenas organización, sin militantes, sin experiencia política de ninguna clase, ideó un partido que llamó Movimiento 5 Estrellas. Los fundamentos ideológicos consistían en un contundente eslogan contra toda la casta política: "Iros todos a tomar por culo". Y el programa se limitaba a exigir una renta básica para todos los italianos y la salida inmediata del euro. Todo lo demás era odio e insultos indiscriminados contra cualquier político en ejercicio, ya fuese de derechas o de izquierdas, ya fuera honesto o estuviese implicado en turbios casos de corrupción. Daba igual: todos eran casta, todos debían irse a tomar por culo.

En las elecciones generales, Beppe Grillo y su Movimiento fueron el tercer partido más votado, con más de ocho millones y medio de votos, que les dieron 109 diputados y 54 senadores. Nada más jurar el cargo, Beppe Grillo obligó a sus parlamentarios a renunciar a la mitad del sueldo: sólo podían cobrar 2.500 euros mensuales y debían donar el resto a un fondo de solidaridad. También debían renunciar a una gran parte de las dietas. Había que dar ejemplo. Al poco tiempo empezaron las protestas. Una senadora se rebeló contra Beppe Grillo porque -según dijo- con aquel dinero no podía pagar una niñera para su hija. El presidente regional de Sicilia también se rebeló, con el argumento de que aquel dinero no le permitía desempeñar sus funciones con un mínimo de decoro (el sutil Grillo, en un alarde de deportividad democrática, lo expulsó del partido y le llamó "pedazo de mierda"). Pero el movimiento siguió en pie. Tras las elecciones europeas de 2014, en las que Grillo obtuvo un buen resultado, su grupo parlamentario se integró en uno de los grupos populistas y euroescépticos, junto con el UKIP británico y varios partidos de la extrema derecha. Gente muy divertida, imaginamos, gente que se reía mucho cuando había que mandar a algún "pedazo de mierda a tomar por el culo".

Ahora, sólo dos años más tarde, Beppe Grillo acaba de anunciar su retirada de la política italiana, después de hacer una de esas declaraciones vacuas y estentóreas ("ostentóreas", diría Jesús Gil) que tanto éxito le han proporcionado: "La política es una enfermedad mental". ¿Y ahora se entera? ¿Y no lo sabía ya cuando inició su movimiento de protesta? Digamos que esa frase tiene cierta lógica en boca de un joven que acaba de asomarse al mundo (y hoy en día hay muy poca gente así). Pero Beppe Grillo tiene casi setenta años, una edad en la que cualquier persona con dos dedos de frente debería saber que la política se parece bastante a una enfermedad mental. Es obsesiva, tediosa, frustrante. Te hace rabiar, te hace perder la perspectiva de las cosas, te aleja de tus amigos y de tu familia, te hace olvidarte de los tuyos. Te vuelve desconfiado, soberbio, insoportable y tantas y tantas cosas más. Te vuelve, en definitiva, uno más de la casta. Pero eso es algo que todo el mundo se puede imaginar sin necesidad de ser un cómico famoso. Basta haber padecido una aburrida asamblea estudiantil -yo recuerdo muy bien las de Son Malferit, en Palma-, en la que se oyen todo tipo de idioteces y en la que no tardas ni dos minutos en detectar a los agitadores profesionales que controlan los turnos de palabra y manipulan las votaciones. Y lo mismo, claro está, podría decirse de una exasperante reunión de comunidad de vecinos.

¿Cuál ha sido la aportación de Beppe Grillo a la política italiana? Ninguna. No ha participado en ninguna reforma ni ha contribuido a iniciativas que mejorasen el país en educación o en política laboral. En 2013, al negarse a pactar con la izquierda para evitar nuevas elecciones, estuvo a punto de provocar una crisis política sin precedentes que tuvo que resolver el presidente de la República, un anciano de 87 años llamado Giorgio Napolitano. Pero Beppe Grillo fue la reacción del pueblo italiano al hundimiento del sistema político tras las pruebas evidentes de corrupción y las pésimas prácticas políticas de Silvio Berlusconi. Está visto que la política -aparte de una enfermedad mental- es una fea moneda manchada de barro. Y si la cara es un político corrupto y soberbio y antipático, la cruz suele ser un demagogo que grita y grita sin saber lo que dice. He ahí un retrato de nuestro tiempo.

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