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Vestir las estatuas

El gobierno italiano, encabezado por Matteo Renzi, ha tapado púdicamente las estatuas desnudas de las instalaciones palatinas por las que ha discurrido el presidente iraní, Hasan Rohani, durante su visita a Roma, con el fin -se ha dicho- de respetar las tradiciones culturales del huésped. El clasicismo del que proviene toda la cultura occidental, el Renacimiento sobre el que se fundamenta toda la contemporaneidad, han debido ser ocultados para no molestar a un fanático que lapida a las adúlteras y ahorca a los homosexuales.

Ante semejante claudicación, debida -se afirma- a que con Rohani ha sido posible anudar pingües negocios de toda índole, parecería lógico exigir cierta correspondencia cuando los europeos vayan a Teherán a devolver la visita. Por ejemplo, que las mujeres que hayan de acoger a la comitiva de visitantes vayan sin velo, porque esa es la tradición cultural de Occidente. Pero que nadie espere el menor gesto: los musulmanes, sean chiíes o suníes, saben perfectamente que ellos poseen la verdad revelada, y que por lo tanto son los otros los que deben claudicar, someterse, acatar el dictado de la divinidad cruel y exigente que ha establecido el orden medieval que ellos conservan con celo ejemplar, ante el papanatismo de todo el orbe.

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