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Llorenç Riera

El imprescindible control turístico

Se hacía necesario. Algún día había que plantear el asunto de forma abierta y clara, sin tapujos. Ahora, bastante madurada la cuestión, parece haber llegado el momento oportuno, porque la problemática salta a la vista, está a pie de calle, en la carretera, en el aeropuerto, en la playa, en la catedral y en la gran superficie. Es decir, por doquier. Todos los excesos acaban volviéndose en contra de su promotor.

¿Tiene límite la capacidad de recepción y alojamiento turístico en Balears? Resulta evidente que si, solo casi nada se trata de establecerlo, de darle forma y contenido, de ponerle el cuánto y cómo.

Los turistas no pueden ser un estorbo ni un espanto para los turistas y, a la par, los residentes estables necesitan ganarse el pan y desplegar su integridad vital. Ya ha ha habido alguna chispa producida por el roce entre lo uno y lo otro o, cuando menos, algún codazo. Por eso el Govern y los hoteleros, bajo amenaza de no enterarse de la realidad en caso contrario, se ponen de acuerdo y se avienen en decir que se hace necesario poner techo al número de turistas posibles y aconsejables. Lo hacen en el preámbulo de una temporada en la que, según confirma Fitur, no quedará una sola cama libre para el ocio del verano mallorquín.

Pero el entente está solo en el principio, en el concepto. Empieza a diluirse desde el momento en que se pretende concretar las cosas. El Govern quiere regularlo todo remodelando por completo la ley turística de Bauzá, o de Delgado, que para el caso es lo mismo, y los hoteleros aspiran a frenar los alquileres turísticos tan en boga en los últimos tiempos. Es decir, ambos, Administración y parte empresarial, aspiran al control absoluto de la situación.

También está la cuestión de los servicios y las reservas energéticas. Se asegura que en este año de plena ocupación, en el que la lluvia es el único elemento que no reposa en Mallorca, salvo accidentes, habrá agua y electricidad para todos pero, al ritmo y tendencia actual, no se puede augurar lo mismo a medio plazo. Además, no lo olvidemos, este es un territorio insular con fronteras naturales impuestas por el mar. De todos modos, hoy el pulso se libra en los alquileres turísticos, un apartado de alta demanda, también de buena oferta y al que se le atribuye un volumen de negocio anual cifrado en 7.000 millones.

Pero solo están regulados el 30% de estos alquileres. Se calcula que hay 130.000 plazas de tal condición en la alegalidad y otras 200.000 en manos de los hoteleros. También se hace necesario abordar algunos cambios de calificación, como la los hoteles de la Platja de Palma que gozan de la condición de urbanos y como tales resultan ampliables. Se debe trabajar al mismo tiempo en la congelación de las plazas turísticas reconocidas y en la salida a flote de las no admitidas. La adecuación del sector turístico y del control y establecimiento del número de visitantes posibles solo será efectiva si se actúa a partir de hechos reales. Lo demás irá en perjuicio de todos.

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