Apenas llevamos quince días del nuevo año y ya se ha manifestado con toda su crudeza la violencia machista en distintos frentes. El primero y más tempranero fue la ciudad alemana de Colonia, en la que de acuerdo con las versiones oficiales un centenar largo de mujeres fueron agredidas sexualmente por sujetos que no vieron en ellas más que un objeto en el que satisfacer sus pulsiones más miserables. El segundo y ya tristemente cotidiano es la cifra de mujeres muertas por violencia de género, cinco hasta el momento, lo que convierte este breve período del mes de enero en el más trágico de los registrados en la última década.

Con respecto al tema de las agresiones sexuales, hace tiempo que tomé una decisión: borrar directamente del WhatsApp aquellas imágenes cuyo contenido erótico mercantiliza el cuerpo de las mujeres y las convierte en un mero objeto de consumo. Seguramente habrá quien piense que es un gesto tan vano como inútil, dado el formidable negocio que la pornografía y sus múltiples derivados suponen para las arcas de quienes la promueven y difunden sin pudor alguno. Pero no nos engañemos. En la raíz de esta violencia está sin duda el hecho de presentar cada vez más el cuerpo de la mujer como algo fácil y asequible, al alcance de cualquiera que se lo proponga, ya sea pagando o a la fuerza. Estos días, sin ir más lejos, he visto que se anuncia como regalo de San Valentín un conjunto de lencería que utiliza como reclamo a una esbelta y espectacular modelo. No sé qué tendrá que ver eso con el amor, interpretaciones comerciales aparte. No estoy diciendo con ello que las mujeres agredidas en Colonia provocaran a los energúmenos que abusaron de ellas, por supuesto, pero sí que la imagen que normalmente se da de la mujer a través de la publicidad no ayuda precisamente a evitarlo, más bien al contrario.

Con respecto al tema de las muertes pasa un poco lo mismo. El machismo mata, no es nada nuevo. El egoísmo de muchos hombres que consideran a sus compañeras como simples seres a someter está sin duda en la raíz del problema. Valores como la solidaridad o el respeto en la relación de pareja están desapareciendo de modo alarmante, dando paso al vacío y la frustración que todo ello genera. Parece como si las campañas y esfuerzos por erradicar esta violencia sirvieran más bien de poco, a la vez que ni la sociedad ni el sistema imperante facilitan modelos que se fundamenten en la igualdad y el respeto por los derechos más elementales. Y el derecho a la integridad de las mujeres es un derecho fundamental, no está de más recordarlo.

Dicho esto quería referirme brevemente al polémico artículo publicado por el señor Miguel Dalmau el pasado 10 de enero en este diario bajo el título de "Advertencias a una señorita". Me parece una colaboración de corte profundamente misógino, tanto en el fondo como en la forma. A mi parecer rezuma un notable menosprecio por las mujeres bajo la excusa de querer defenderlas de influencias de corte feminista o igualitario, todo ello con un lenguaje profundamente sexista e impropio de la formación y el bagaje del señor Dalmau. En su lamentable análisis aplica lo que yo denominaría "machismo ilustrado", que no es otra cosa que el viejo discurso patriarcal y trasnochado de siempre pasado por un tamiz de modernidad y ahí reside en mi opinión lo grave del artículo revestido de una convicción que asume como lo normal, es decir, aquello que debería de ser y que conviene que tengan en cuenta las mujeres a la hora de tratar con los hombres, poco menos que una horda de violadores bastardos dispuestos a saciar su apetito sexual a las primeras de cambio.

Insisto, en los tres casos el respeto, la igualdad y un profundo cambio en la percepción social de las mujeres están en la clave de la solución del problema. Y no se trata, tal como las califica el señor Dalmau en su artículo, de "ideas avanzadas", sino de conceptos que se fundamentan en el sentido común y las bases de convivencia de cualquier sociedad democrática. Haríamos bien en profundizar en ello, en vez de azuzar los demonios del sexismo y la discriminación más carpetovetónicos.

* Homes per la Igualtat Mallorca