El viaje de los reyes a Arabia Saudí, que había sido anunciado por el embajador de este país en Madrid para el mes de febrero, no se producirá. Al suspenderse la visita, la diplomacia española ha argumentado que el monarca debe permanecer en España por la inestabilidad política derivada de las últimas elecciones generales, que previsiblemente durará un dilatado periodo de tiempo hasta que decante un gobierno pactado o se convoquen nuevas elecciones. Cuando se produjo aquel anuncio, algunos salimos a la palestra a manifestar que nos parecía totalmente inoportuno el viaje oficial, cuando Riad acababa de ajusticiar brutalmente a varias docenas de opositores y mantiene en prisión, y bajo condena a la pena inhumana de latigazos, a numerosos presos de conciencia, uno de los cuales ha sido reconocido por el Parlamento Europeo con el premio Sajarov. El de Riad es un régimen dictatorial y cruel, tan misógino que ni siquiera permite conducir a las mujeres, con el que no se puede ni se debe mantener relaciones cordiales y afables. Es evidente que la relevancia económica y estratégica del país árabe obliga a mantener lazos diplomáticos profesionales y fluidos, pero ello no significa que haya que estrechar vínculos personales entre sus mandatarios y los nuestros, ni que haya que callar cuando la otra parte comete abominables atentados contra los derechos humanos.
