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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

A María Darder, ni un día sin vivir

También ha muerto la abogada María Darder Adrover. No todos ustedes la conocieron en vida, pero sentirán por igual su pérdida porque empobrece a la Mallorca digna. La entrevisté primero como fundadora de una asociación de afectadas de cáncer de mama, que en plena conversación mostraba su prótesis mamaria y te confiaba que "la vida es más bella que antes del cáncer". No lo declaraba, lo cumplía. Volví a entrevistarla como abogada de más de un centenar de preferentistas estafados por la Banca. Jamás incurrió en victimismos. "Nada de lloriqueos", me decía ayer su esposo, Ramón. Precisión razonable pero innecesaria, a María le bastaba una sonrisa para echar raíces en la vida. Era una mujer liberadora, lo escribo en primera persona.

Admiraba al juez Castro, luchaba para que su alegría natural no fuera una excepción en tiempos propensos a la tristeza. No necesitaba protección ni justificación, no estaba dispuesta a asustarse, no perdía el tiempo reclamando derechos que se limitaba a ejercer. Cuando un ejecutivo bancario sin escrúpulos le proponía que desviara a su entidad el dinero recuperado por los preferentistas, lo denunciaba abiertamente. Siempre he pensado que la entrevistaba para que me enseñara naturalidad.

Le encantaba hacer planes, estaba orgullosa de sus bodas de plata como abogada colegiada. Su sonrisa adquiría un matiz irónico para anular la maldita costumbre masculina de predicar a las mujeres cómo deben comportarse, su energía desbarataba la tentación paternalista. Siempre encontraba una disculpa para quienes abandonan a los enfermos a su suerte "porque se quedan desconcertados". O para los preferentistas que no reclaman, "porque la gente es muy buena". Le encantaba divulgar su secreto, "he adquirido la conciencia de la propia mortalidad, de que solo tenemos una vida y no debemos desperdiciarla". También era muy bella a sus 47 años, si me permiten recordarla así. No se dejó ni un día sin vivir, el mayor compromiso humano. Vale la pena seguir con hoy, solo por tenerla presente. Gracias, María.

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