Diario de Mallorca

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Tiene uno la impresión de permanecer retenido en 2015, como si el año anterior no hubiera muerto. Personalmente, hay semanas en las que me quedo en el lunes y no logro salir de él hasta transcurridos seis o siete días. Desde ese lunes-jaula, observo pasar el martes, el miércoles, el jueves, etc., pero pasan fuera de mí. Los veo como desde la ventana. Caprichos del tiempo, que se dobla y se desdobla. O de las endorfinas. El caso es que 2015 sigue aquí con todas sus obsesiones dentro. Elecciones catalanas, elecciones generales, autodestrucción del PSOE y Mariano Rajoy haciendo gimnasia a los acordes de una canción de Raphael de hace un siglo. Pronto volveremos a ver a la vicepresidenta bailando en el programa de Motos, y al presidente en la casa de Bertín Osborne, exhibiendo su campechanía. Miquel Iceta alegrará de nuevo los telediarios y así todo de forma sucesiva.

Esto de que el tiempo no fluya se parece un poco a repetir curso. Lo digo por experiencia propia, pues fui un repetidor compulsivo. Recuerdo estar sentado en el mismo pupitre y en la misma clase del año anterior, sobre los mismos libros, un poco deteriorados por el uso. Jugaba con la idea de que el tiempo no había pasado, sino que se había estirado, como el chicle, y yo era víctima de ese estiramiento que no afectaba, en cambio, a quienes habían pasado de primero a segundo. Por alguna razón, estos últimos envejecían un año, mientras que yo permanecía igual. De hecho, a ellos les empezaba a salir el bigote y a mí no. También en estas cuestiones pilosas fui un poco tardío. Una cosa es cierta: los compañeros no repetidores de entonces están ahora más viejos que yo. Comimos juntos hace poco y pese a tener todos la misma edad, yo era el más joven. ¿Ventajas de ser un retrasado?

Pues eso, que estamos repitiendo curso, ahora de forma colectiva. Somos un país de repetidores. Abres un periódico de hoy y parece uno del año pasado, no solo por las noticias, que vuelven sin piedad, sino por los artículos de opinión sobre la cuestión catalana y el bipartidismo, que han entrado en un bucle, de forma que cuando crees que has alcanzado el final, regresas sin transición la cabecera. A lo mejor envejecemos menos.

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