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Antonio Tarabini

Año nuevo, vida...

Es lógico y legítimo que deseemos que el recién inaugurado 2016 sea mejor que el finiquitado. Pero no siempre los deseos se convierten en realidad. El futuro no está escrito, ni es necesariamente mejor ni peor. En estas líneas me limito a relatar algunos hechos acontecidos en las últimas fechas en nuestro entorno próximo, reflejos significativos de nuestra compleja realidad porque afectan, directa o indirectamente, a una parte relevante de nuestra ciudadanía.

El salario mínimo interprofesional, gracias a la mejora de las condiciones generales de nuestra economía y a la generosidad del último Consejo de Ministros presidido por Rajoy, presidente en funciones, aumenta un 1% a partir de enero. Lo que en términos comprensivos significa que en torno a 250.000 trabajadores/as en lugar de percibir 648,60 euros mensuales percibirán 655,20 euros a partir de enero, lo que supone una mejora de 6,6 euros mensuales, incremento muy lejano del objetivo del 60% del salario medio que señala la Carta Social Europea ratificada por España. También los pensionistas mejorarán sus haberes en un 0,25%, entre 1,6 y 6,4 euros cada mes, y que afectará a 9,38 millones de pensiones contributivas, 440.000 pensiones no contributivas y 185.000 prestaciones por hijo a cargo con discapacidad.

La crisis, ante el abandono de las administraciones, ha obligado a múltiples ONG a dedicar grandes esfuerzos creando bancos de alimentos y otras iniciativas similares. Como constatación, también en Navidades podemos contemplar el espectáculo diario, convertido en parte de nuestro paisaje urbano, de centenares de personas de toda edad y condición que diariamente forman cola en la Iglesia de los Capuchinos, anexa a la plaza de España, a la espera de las bolsas de comida. El día de Navidad, como otras ONG, la iglesia de los Capuchinos de Palma se convirtió durante unas horas en comedor social, cambiando los bancos por mesas donde más de 400 personas compartieron sopa de Navidad con menudillos, seguido de escaldums, y, de postre, mandarinas, turrón, mazapanes y ensaimada. Nuestro obispo se trasladó a la iglesia saludando a troche y moche, pero no se quedó a cenar.

La Fundació Gadeso ha realizado, como cada año, una investigación acerca del consumo durante las fiestas navideñas publicada en Quaderns Gadeso número 289 (gadeso.org). El gasto medio previsto (comidas, regalos, ocio, ropa, otros) ha aumentado un 5,7% respecto a 2014 alcanzado los 623 euros. Pero con frecuencia los árboles no nos dejan ver el bosque. La investigación ha querido profundizar tal gasto en función de la pertenencia a un determinado estatus socioeconómico. Prescindimos de las personas y familias en situación real de marginación social y económica, con ingresos dependientes de la buena voluntad de la ONG de turno para hacer frente al alquiler, energía, comida... El primer buceo lo hicimos a ciudadanos en situación de riesgo de exclusión (parados de larga duración, trabajadores con contratos temporales y precarios, determinado colectivos de pensionistas...). El gasto previsto para tal colectivo era de 213 euros, 34,75% de la media, de los cuales casi el 60% era en comida. Otro colectivo más estable (fijos discontinuos y fijos de perfil profesional bajo, parte de los pensionistas, parte de los autónomos...) su gastos medio era de 434 euros, el 70,80% del gasto medio. Si ascendemos en la escala social (trabajadores fijos de nivel profesional medio, parte de los pequeños comerciantes, parte de pensionistas y autónomos, pequeños comerciantes...) con un gasto medio de 605 euros, el 98,70% del gasto medio. Por encima del gasto medio (623 euros) los situados en la clases media alta (984 euros, 160,53% superior al gesto medio) y la clase alta (1.453 euros, 237% superior al gasto medio). Las consecuencias son claras: se están consolidando una sociedad dual formada por dos colectivos (los excluidos y con riesgo de exclusión frente a los ubicados en los segmentos socioeconómicos medios/altos y altos), y unas clases medias en proceso de lenta pérdida cuantitativa y cualitativa.

¿Es posible un cambio de tendencia? Posible es, pero no fácil. En las recién celebradas elecciones una mayoría de ciudadanos ha optado (con matices y grados) por un cambio político que posibilite un cambio en los modos de hacer política y la puesta en marcha de otras políticas socioeconómicas. Estamos embarrancados en una auténtica ceremonia de la confusión por la falta de capacidad de determinados actores para llegar a acuerdos. En algunos casos, además, por falta de voluntad política proponiendo pactos ilógicos y absurdos, como si se tratara de una situación de emergencia nacional, cuya única intención es presentar a los partidos que no aceptan tal tipo de propuesta cómo los "malos de la película". Mientras, los ciudadanos no entienden nada y aumenta de nuevo la desconfianza.

El futuro no está escrito. No sé si será verdad lo de "año nuevo, vida mejor". Pero sí es muy probable que 2016 sea diferente. Es muy improbable que el año recién inaugurado sea igual, entre otros factores, porque sus cartuchos están mojados. Lo cual puede resultar positivo.

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