El Círculo de Empresarios ha incluido una severa reprimenda a los políticos en su felicitación navideña: "Vemos con preocupación -afirma la institución presidida por Javier Vega de Seoane- cómo nuestros dirigentes políticos utilizan buena parte de su energía en peleas sectarias, insultos y descalificaciones, cuando lo que necesita España es precisamente lo contrario: altura de miras, consenso y concordia". Más abajo reclama un cambio de actitud para "recomponer un proyecto nacional que suscite ilusión y afección". Por ello pide a los dirigentes que dejen de tirarse los trastos a la cabeza y "pongan sus capacidades, su talento y su energía emocional al servicio de un proyecto común" que mejore la posición competitiva de España en el mundo.
Todos podríamos suscribir seguramente esta declaración, pero es posible que los empresarios no sean los más indicados para lanzarla como si ellos estuvieran al frente de la regeneración política y moral. Porque en muchos casos, la degradación de la política ha sido tanto culpa de los propios políticos como de la clase empresarial. Sin ir más lejos, el escándalo protagonizado por la familia Pujol, al que estamos asistiendo y en el que los jueces acusan al expresidente de ser el cabecilla de una banda organizada de corrupción, no hubiera sido posible sin la condescendencia de los empresarios, que se prestaron a pagar religiosamente el cohecho que se les reclamaba.
En ocasiones, antes de criticar hay que recordar aquella bella parábola que hablaba de que sólo es lícito arrojar la primera piedra si se está libre de pecado.
