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JOrge Dezcallar

El gran circo nacional

Este país parece Jauja. Entre nuestras fiestas tradicionales de Navidad, Año Nuevo y Reyes, y las que han importado comerciantes avispados como Halloween y black friday, llevamos un mes de juerga con restaurantes y tiendas llenos y nadie diría que tenemos el récord mundial de desempleo. También tenemos circo y no el Price de Madrid, que aunque renovado aún evoca a Pepe Isbert y Bienvenido Mister Marshall, ni el Circo de Moscú, que mantiene un tufo estalinista reforzado por osos tan apolillados como bien amaestrados. Ni siquiera el gran Cirque du Soleil aproxima sus audaces trucos visuales a lo que ofrecemos nosotros. Nuestro Circo Nacional solo se compara con el Ringling Brothers Circus, que vi una vez en el Madison Square Garden neoyorkino con tres pistas que ofrecían atracciones simultáneas. Igual que el nuestro.

En la pista central de nuestro Circo Nacional están los equilibristas y los malabaristas del PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos y otros comparsas menores. Aquí se trata de mantenerse sin perder el equilibrio ni caer en el vacío y para eso darse la mano ayuda. Admito que los resultados de las elecciones del 20 de diciembre no hacen fácil formar gobierno en un país no acostumbrado a pactar porque exige negociar y quizás ceder, para también ganar y eso es exactamente lo opuesto de imponer, que es lo que por aquí se lleva. También hacen necesario algo que todavía es más difícil en el país de listas cerradas y del que quien se mueva no sale en la foto, pues exigen anteponer el interés nacional por encima del interés partidario y eso a ninguno de nuestros políticos se le ha ocurrido todavía. Pero la aritmética parlamentaria es tozuda y formar un gobierno estable exige un número de escaños que parece estar lejos de todos ellos. El PP, tras menospreciar Rajoy por molicie y orgullo los debates electorales, echa la culpa a Ciudadanos, que solo ha conseguido cuarenta diputados y les ha desbaratado los planes, sin reconocer que ellos han perdido sesenta y son además los únicos responsables de no encontrar otros amigos posibles en todo el arco parlamentario, algo muy peligroso cuando uno está en lo alto de un trapecio. El PSOE porque Sánchez obtuvo pésimos resultados también, rompió los puentes con sus insultos a Rajoy en un debate para olvidar y su partido, con buen juicio, no le deja acercarse a Podemos si este no renuncia antes al eufemismo del derecho a decidir, cosa que no parece probable porque Podemos no es un partido sino cuatro y es rehén de su componente catalán. A Sánchez se le notan ganas de gobernar pero tiene que tener mucho cuidado para no acabar como Artur Mas, rehén de quienes le quieren fagocitar. Y a Sánchez se lo quieren comer también los suyos y no a besos. Todo indica que Susana quiere ser califa en lugar del califa, como le sucedía al malvado Iznogoud de los tebeos. Sánchez está en su trapecio rodeado de enanos peligrosos que le quieren quitar la red de seguridad.

Hay muchos focos concentrados sobre la pista secundaria de la derecha y no es para menos pues está llena de payasos muy graciosos que representan la gran parodia de las elecciones catalanas, que empezó por un pretendido plebiscito que les salió por la culata a los independentistas al no lograr ni siquiera la mitad más uno de los votantes. Pero con más moral que el Bofarrullense (versión catalana del Alcoyano) y capitaneados por un patético Artur Mas (que para confundir cada día suma menos) no se arredraron y decidieron seguir adelante con un proyecto que afirman democrático (esta es otra broma porque nunca puede ser democrático ir contra la ley) hasta perder casi todos los remeros de la barca de Junts pel Sí y acabar encallados y encanallados en las costas agrestes de la CUP, habitadas por caníbales que primero les hacen burla (como la danza guerrera y atemorizadora de los jugadores de rugby neozelandeses de los all blacks) y luego se los comerán con patatas acompañadas de diadas, señeras y de la misma mona de Pascua, aunque estemos en Navidad. Que el nacionalismo moderado de Convergència haya acabado gracias a las habilidades de Mas en manos de una minoría asamblearia antisistema es la broma que menos gracia hace a muchos catalanes. En cambio, los de la CUP la encuentran muy graciosa. Lo mejor de todo es que todo este teatro es inútil porque las elecciones en Cataluña serán ahora, si no hay acuerdo entre los independentistas maniatados y la CUP vociferante, o las habrá en pocos meses cuando se revele la incapacidad de los primeros para cumplir lo que prometieron con dinero ajeno (igual que en Grecia hizo el primer Tsipras), o la imposibilidad de ligar la salsa mahonesa gobernante que cocineros enloquecidos pretenden hacer mezclando agua con aceite, algo que no consigue ni el mismo Ferrán Adrià. La caída de ese esperpento valleinclanesco es cuestión de tiempo, esta es la broma secreta que guarda esta pista de nuestro circo.

Y para que no falte la diversión en esta cuesta de enero con tanto desempleado, el Circo Nacional inaugura estos días una tercera pista, la de la izquierda, que se abre con el juicio en Palma contra Matas, Urdangarín (y su consorte, Infanta de España) y Torres, por cuestiones de corrupción. Nunca se había visto por estos lares un reparto parecido. Aquí no hay risas pero el éxito está garantizado y ya no quedan entradas a la venta. En esta pista tampoco hay trapecistas ni payasos sino lobos. Es una pista triste.

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